El Hospital de Santa Cruz


El Hospital de Santa Cruz- Perez de Villaamil - sXIX
El Hospital de Santa Cruz- Perez de Villaamil - sXIX

En la parte más oriental de Toledo y cercano á la plaza de Zocodover, se encuentra situado el célebre hospital de Santa Cruz cuya linda portada ha merecido constantemente las alabanzas de los viajeros entendidos. Ocupa, según el testimonio de los cronistas toledanos, parte del antiquísimo palacio de los reyes godos que sirvió después de morada a los árabes acaeciendo en él las famosas aventuras de la bella hija del rey Galofre, que han dado motivo á tantas fábulas y de que ha sacado en nuestros días tanto partido nuestro amigo, don Tomás Rodríguez Rubí en su comedia titulada La infanta Galiana. Robustece esta tradición una escritura otorgada por don Alonso X por la cual cedía parte de dichos palacios á los caballeros de Santiago escritura que cita don Pedro Salazar y Mendoza en la Crónica del gran Cardenal, y en que se da aquel título á los edificios que existían en el mismo sitio, donde hoy se contemplan El convento de Santa Fe, el Hospital de Expósitos y el Convento de la Concepción, de que daremos más adelante algunas noticias.

 

Alcanzó el gran cardenal de España don Pero González de Mendoza, bula del pontífice Alejandro VI, expedida en 1.° de octubre de 1494, para erigir un hospital en donde tuviera asilo la humanidad desgraciada bajo la advocación de la Santa Cruz, á que tenía el arzobispo particular devoción, llegando hasta el punto de adoptarla por blasón de su escudo. Encomendó su traza á Enrique de Egas maestro mayor que era ya de la Iglesia metropolitana, en el mismo año, y disponíase á comenzar la obra en el terreno que le había ofrecido el cabildo junto á la catedral cuando atajó la muerte todos sus intentos en 1495.

 

Dejó sin embargo á la hora de su muerte, acaecida en Guadalajara encomendado muy eficazmente tan humanitario pensamiento á la reina doña Isabel su albacea, y á los duques del Infantado, sus parientes. Agradecida la reina á los eminentes servicios que había recibido del cardenal Mendoza y movida al mismo tiempo de su natural benevolencia recurrió de nuevo á Alejandro VI para impetrar otra bula con el objeto de anejar al hospital de Santa Cruz todos los que existían en el arzobispado, y logró al cabo que el Santo Padre se dignara acceder á su demanda en 1496, decidiendo desde aquel instante que se pusiese mano en la obra conforme á la traza de Egas aprobada por el cardenal-arzobispo.

 

Habíase entretanto fundado el convento de la Concepción por doña Beatriz de Silva, dama portuguesa de la reina Isabel trasladándose á él las monjas que ocupaban el de San Pedro de las Dueñas, y quedando este enteramente desalojado. La situación que ocupaba el convento de San Pedro no podía ser más ventajosa para establecer en aquel lugar la casa de beneficencia proyectada gozaba de aires frescos y limpios al norte y occidente, y de bellas vistas á las riberas del Tajo, descubriéndose desde sus miradores los bosques de Aranjuez y las torres de Yepes y de Chinchón en los días serenos.

 

Pensó pues la reina católica en edificar allí el Hospital de Santa Cruz, y si bien opusieron las monjas alguna resistencia cedieron al cabo la propiedad de San Pedro de las Dueñas convento fundado por don Alonso el Bueno en 1254 con el designio de perpetuar la memoria de la basílica que había existido en aquel sitio en tiempo de los godos, según la tradición muzárabe.

 

Comenzóse la fábrica en 1504, trayéndose la madera que había de emplearse en ella por el Tajo, cosa no vista hasta entonces, y continuóse con la mayor actividad bajo la dirección del maestro Egas, basta quedar concluida en 1514. Es este hospital uno de los primeros edificios en que empezó á ensayarse el género plateresco traído á España por Covarrubias y por el mismo Enrique Egas, y bajo este aspecto uno de los monumentos más dignos de estudio.

 

Don Antonio Ponz, cuyos conocimientos en artes son bastante estimables dice, hablando de su arquitectura, que «da todavía á conocer que es hija de la llamada vulgarmente gótica» Sin que nosotros aceptemos ciegamente esta opinión, preciso es confesar que el autor de los Víagts no carecía de fundamento.


Portada del Hospital de santa Cruz -  Litografió Lemercier Benard. - sXIX
Portada del Hospital de santa Cruz - Litografió Lemercier Benard. - sXIX

El hospital de Santa Cruz, y especialmente su bellísima portada, señala en efecto uno de los pasos más notables que dieron las artes entre nosotros á principios del siglo XVI, presenta esa especie de maridaje que debió hacer la arquitectura gótica con la arquitectura del renacimiento, para crear el género plateresco  llamado á producir tantas preciosidades en nuestro suelo. En el hospital de Santa Cruz las hojarascas y calados góticos se mezclan con los relieves y ornatos con que habían ya enriquecido los italianos la arquitectura de Miguel Ángel, decorando además sus puertas y ventanas airosas fajas de arabescos como después tendremos ocasión de notar. La casa de Expósitos  examinada con la madurez debida  ofrece, pues  la idea más completa del estado de las artes españolas en el tiempo á que nos referimos; aquella época en que iban á renovarse todas las cosas en que el pensamiento humano exigía nuevas formas para manifestarse no podía menos de exigir á las artes importantes modificaciones, y he aquí el momento que revela el hospital de Santa Cruz de Toledo.

 

La planta de la iglesia es de cruz griega siendo sus cuatro brazos enteramente iguales si bien fueron tapiados los transversales á fines del siglo pasado destinándolos á otros usos y dejando reducido el templo á una nave prodigiosamente larga cuya extensión es de trescientos nueve pies por treinta de ancho. En los huecos de los brazos referidos se hallan colocadas las escuelas, hospitales y demás oficinas necesarias para atender á la educación y sustento de los niños de ambos sexos que en aquella casa se recogen.  La fachada principal llama detenidamente la atención de los artistas, como arriba indicamos compónese de un gran arco que forma la puerta la cual se ve rodeada de un bello festón de laurel y de una orla de cruces y armas del cardenal, que alternando con cintas y manojos de flores, constituyen un conjunto agradable. Háyanse á cada lado del arco dos columnas monstruosas, cuajadas de delicados relieves de grotescos, ángeles, candelabros, urnas y otros ornamentos de bella traza son las exteriores de mayor dimensión que las otras dos, ostentando en los intercolumnios cuatro estatuas de excelente escultura que parecen representar las virtudes cardinales y que desgraciadamente se encuentran mutiladas. Reciben las columnas, que asientan en gallardos pedestales el cornisamento del primer cuerpo cuyo riquísimo friso, compuesto de elegantes festones adargas lanzas y alabardas cinceladas primorosamente en la piedra, es una de las más exquisitas piezas que pueden imaginarse.

 

Ocupa el centro del arco un alto-relieve que representa la Invención de la Cruz viéndose el cardenal Mendoza arrodillado á los pies de Santa Elena y asistido por San Pedro y San Pablo, y notándose á su espalda dos pajecillos que le traen el sombrero pastoral y la mitra. Es la escultura de buenas formas, resaltando sobre manera la limpieza de la ejecución y la verdad con que están plegados los paños.  Encuéntrase lo restante del arco referido exornado de angelitos con graciosas repisas y doseletes, así como las estatuas de los intercolumnios levantándose á los extremos del cornisamento dos columnas caprichosas que reciben un segundo cuerpo de cuatro, en cuyo centro existe otro relieve, que figura los Desposorios de Santa Ana hallándose á sus lados dos estatuas.  Véanse á la misma altura de estos ornamentos las ventanas, que no merecen menos el aprecio de los viajeros entendidos.  Decóranlas gallardas columnas de balaustre, apeadas en un lindo zócalo, las cuales reciben el cornisamento, terminando toda la obra con un ático, en donde se contemplan las armas del cardenal Mendoza.

 

Corre una cornisa de grandes proporciones sobre este primer cuerpo, alzándose en ella otro algo desairado compuesto de cinco columnas y cuatro ventanas sin adorno alguno, y presentando en los extremos dos torrecillas con pilastras. Concluye toda la fachada con un frontón en el cual se advierten las armas del cardenal, talladas en mármol blanco y sostenidas por dos bellos angelotes de apreciable escultura.  Tal es la portada del Hospital de Santa Cruz en los ornatos que la embellecen en los relieves y estatuas que tanto valor y variedad le prestan no puede menos de encontrar el artista grande materia de admiración y estudio. Lástima es que el poco celo de las personas encargadas en la custodia de esta inestimable joya haya sido causa de que en una de las últimas reparaciones, hechas al edificio, sufra esta portada visible detrimento, rompiéndose algunas cabezas de los niños que asentaban en las cornisas, y mutilándose también algunos candelabros de los que sirven de remate á todo el ornamento del primer cuerpo.  Cuando Salazar y Mendoza escribieron su Crónica del gran Cardenal, decía lo siguiente de esta preciosa producción de las artes:

 

«La puerta principal está labrada de mármol y piedra blanca y columnas de lo mismo. Es de obra gótica, con mucha talla y escultura, y así son las ventanas con muy buenas rejas causando admiración tan esmeradas labores.»


Portadas interiores - Real Academia de San Fernando - sXIX
Portadas interiores - Real Academia de San Fernando - sXIX

El vestíbulo á que da paso la puerta principal se compone de tres bóvedas en la del centro está la puerta de la iglesia y en las de los dos extremos se ven otras dos que comunican con los departamentos interiores. Adorna á aquella un cuerpo de arquitectura en donde se advierte la misma mezcla de gótico y plateresco que en la portada constando de dos columnas istriadas y llenas de relieves y notándose sobre la clave del arco que se alza en el centro un medallón que representa la Invención ríe la Cruz en la misma forma que el mencionado arriba.  Háyanse á sus lados dos bellos bustos de relieve y termina con otro que figura al Salvador del mundo.  La puerta de la derecha, la de la izquierda que abre paso á las escuelas de los niños. El patio principal se compone de veinte y seis arcos en los dos pisos en que se halla dividido, viéndose el primero exornado de escudos de armas, cuernos de abundancia y cruces de Jerusalén, cuya forma conserva el edificio. Tiene el segundo un antepecho de gusto gótico, ostentando de trecho en trecho un escudo, y aparecen sus arcos sembrados de graciosos relieves platerescos.  Son todas las columnas de mármol de Italia, lo cual contribuye a dar más suntuosidad á este patio, en cuyo centro hay un jardín cerrado de rejas de hierro dejando seis pies de ándito basta las columnas de las galerías, que tienen ciento veinte de longitud y ciento de latitud en su mayor extensión.

 

En el muro del mediodía y á la derecha de la puerta mencionada existe la bellísima escalera, que tanto renombre ha dado á este claustro. Consta su ingreso de tres arcos sostenidos por columnas y pilastras corintias, levantándose el del centro hasta la techumbre de la galería, y mirándose sobre las claves de los laterales varios escudos de armas primorosamente cincelados. Atraviesa en la parte interior un solo arco los tres citados, recibiendo el segundo cuerpo y ostentando florones y otros follajes góticos de buen gusto. Condónese la escalera de tres tramos adornados de balaustres de esmerado entalle, presentando un cuerpo irregular de arquitectura con bellas pilastras y exquisitos frisos en el hueco de la misma, cuyos muros revestidos de bello almohadillado, manifiestan la madurez é inteligencia con que llevaban á cabo nuestros abuelos todas sus producciones. Es el segundo cuerpo semejante al que acabamos de describir, si bien los arcos son algún tanto más reducidos y están cerrados en su parte inferior por un antepecho de balaustres iguales á los de la escalera, en cuyos ángulos se ven columnas monstruosas coronadas por graciosas armas.   El artesonado, que participa también del carácter de todo el edificio, consta de un cuadro de casetones del gusto plateresco siendo todo lo restante arábigo, así como la techumbre de las galerías altas cuyos muros contienen algunas portadas con orlas de relieves á la manera plateresca.

 


Escalera del Hospital de Santa Cruz - Perez de Villaamil - sXIX
Escalera del Hospital de Santa Cruz - Perez de Villaamil - sXIX

 

Doloroso es que la ignorante mano de los albañiles haya hecho desaparecer bajo espesas capas de cal la mayor parte de aquellos primores lo cual se observa también en otros departamentos de tan suntuoso edificio. Al frente de la puerta que da entrada á este patio, hay otra decorada de gruesa al baraca arábiga la cual comunica con el brazo derecho de la iglesia y abre paso á un segundo patio de ochenta y ocho pies en cuadro cerrado por veinte arcos sencillos en ambos pisos.

 

En el muro oriental está la escalera que conduce al superior, cuyo arco esta circuido de labores góticas, dispuestas á la manera arabesca, viéndose otras puertas y ventanas decoradas en la misma forma, todo lo cual contribuye á demostrar el estado de incertidumbre en que á fines del siglo XV vivían nuestros artistas, no sabiendo á qué género atenerse, y aprovechando sin embargo las bellezas de los que más conocían.

 

Hemos dicho que la iglesia es larga estreñidamente y no puede menos de aparecer así, cuando se considera que le faltan entrambos brazos.  Dividese en el centro por un cimborio compuesto de dos cuerpos:

 

En el primero existen cuatro grandes arcos de gusto gótico sobre los que se ve un gracioso antepecho de balaustres (desde el cual oyen misa los enfermos) levantándose después los arcos que reciben la media naranja en repisas de elegantes formas es la linterna con que se cierra la bóveda de planta octógona y está decorada de bellas aristas y resaltos que le dan el mayor realce. A uno y otro lado de este crucero hay una bóveda de artesonado tallado en madera con grande inteligencia: compónense entrambos de casetones cuadrados en cuyo centro se contemplan escudos de armas cruces y otros adornos de relieve de buen gusto; hallándose en los muros de la segunda bóveda seis lienzos de colosales dimensiones, debidos á Jacobo Jordaens, según el dicho de don Antonio Ponz.  Y ya que citamos á este autor, trasladaremos aquí lo que opina acerca de estos cuadros

 

«Como quiera que sea dice ellos son buenos, grandemente historiados, y ejecutados con manejo. Se finge estar pintados sobre tapices, y hay grupos de ángeles encima que los tienen cogidos; y por algunas partes se descubren trozos de arquitectura delante de la cual están IIS tapices fingidos. Hay también en la parte superior festones de flores y frutas bien ejecutadas.»

 

Algunos escritores opinan que fueron mandados pintar estos lienzos por el Cardenal Porto-Carrero para que por ellos se tejiesen los tapices que regaló á la Iglesia metropolitana.  Si esto es así, no es fácil como indica el autor citado, que los cuadros de que hablamos sean fruto de Jordaens.

 

Junto á la bóveda del altar mayor existen varios retablos de algún mérito artístico: aquella es cuadrada, cruzando su clave graciosos aristones góticos y presentando en el muro del norte el retablo mayor obra de mucho precio tanto por revelar el estado de las artes á principios del siglo XVI, como por contener excelentes tablas.  Representan casi todas pasajes del Nuevo Testamento viéndose en el centro la Invención de la Cruz en donde se repite la misma escena figurada en los medallones de la portada principal y de la puerta de la iglesia apareciendo el cardenal Mendoza arrodillado á los pies de Santa Helena. Ignorase desgraciadamente el nombre del pintor que izo estos cuadros; pero por la exactitud é inteligencia del dibujo y por la brillantez y verdad del colorido no puede menos de advertirse á primera vista que debió ser uno de los mejores profesores del primer tercio del siglo XVI en que iban ya siendo conocidas en España las artes italianas. El retablo es de gusto plateresco formando tres espacios que se estrechan en la parte superior y dividen columnas caprichosas, enriquecidas de festones Morados y otros ornamentos semejantes.

 

Tal es, según nuestro pobre talento, el Hospital de Santa Cruz, debido á la caridad de uno de los más insignes varones de Castilla, y levantado en Sarte por la mejor de las reinas españolas. Mientras se hacia la obra quiso doña Isabel que no careciera la humanidad desgraciada de la hospitalidad que había resuelto ofrecerle el héroe de Olmedo con tan benéfica mano, y cedió para establecer la Inclusa unas casas de su propiedad que fueron después cárcel real y poseen ahora los condes de Cifuentes, en donde permaneció después de su muerte, acaecida en 1504 hasta que se acabó enteramente el Hospital que brevemente hemos descrito.  Don Pedro Salazar y Mendoza en la Crónica citada arriba observa que desde la época de la expulsión de los moriscos se advirtió que se exponían en aquella casa menos niños desamparados. Esta observación no sabemos si arguye en contra de los moriscos, si del estado de las costumbres ó de la aversión con que eran vistos los descendientes de los árabes por nuestros abuelos.  Como una noticia histórica, que puede contribuir á dar á conocer una época determinada, no hemos querido, sin embargo, omitirla.

 

La administración del Hospital de Santa Cruz quedó á cargo del cabildo eclesiástico de Toledo, por el testamento del cardenal Mendoza en nuestros días está al cuidado de la Junta de Beneficencia de aquella capital corporación que en medio de los apuros en que se halla á cada paso es digna del aprecio de sus compatricios por el celo con que atiende á las necesidades de este establecimiento.

 

Fuente del texto Toledo Pintoresca - José Amador de los Ríos 1845.

 

Notas:

Ampliaremos de modo resumido lo anterior hasta la fecha actual usando como fuente la página Toledo Olvidado.

En 1846 el edificio dejó de ser hospital para acoger el Colegio General Militar, trasladándose las labores hospitalarias a San Pedro Mártir.

 

A comienzos del siglo XX el edificio se encontraba desde hacía años abandonado, una vez que el Colegio de Infantería se había mudado al Alcázar.

 

Quedando el edificio descuidado y a las toscas obras efectuadas para habilitarlo como sede militar, había que sumar ahora los expolios, los daños por lluvias y humedades y el deterioro a causa del propio abandono. aunque a que a comienzos del siglo el edificio fue declarado Monumento Nacional a instancias del Conde de Cedillo que luchó duramente para conseguirlo. Pero esa declaración no se tradujo en inversiones para conservarlo.

 

En 1906 Rodrigo Amador de los Ríos lamentaba el hundimiento de tres arcos en el patio de Covarrubias y denunciaba que el número de Monumentos Nacionales declarados era muy superior al que el Estado podía mantener, de modo que "por atender a todo, no atiende a nada" y calificaba irónicamente a las declaraciones de Monumento Nacional como "bula de difuntos".

 

En la primavera de 1935 en que por fin es instalado en el Hospital de modo oficial el Museo Arqueológico Provincial Toledano y el Archivo Histórico.

 

En 1936 estallaba uno de los episodios en los que el edificio padeció más: la Guerra Civil Española. En su transcurso sufrió graves daños debido a su cercanía al Alcázar y al hecho de servir de cuartel a las milicias republicanas. Quienes  disparaban al alcázar desde sus ventanas y desde la misma portada de Covarrubias.

 

Algo más de 20 años después del fin de la guerra y tras las obras de rehabilitación, se inauguró el flamante Museo de Santa Cruz en 1961 convirtiéndose en uno de los más importantes museos de España.