Hospital Tavera

San juan Bautista de Afuera


Construcción del Hospital Tavera - 1562 - Detalle de una vista de Toledo por Anton Van Den Wyngaerde
Construcción del Hospital Tavera - 1562 - Detalle de una vista de Toledo por Anton Van Den Wyngaerde

Al frente de la puerta nueva de Visagra se halla situado el famoso hospital, fundado por el cardenal don Juan Tavera, gobernador que fue de España y presidente del supremo Consejo, durante las ausencias de la Península del emperador Carlos V. Cuenta el doctor Salazar y Mendoza en la Crónica del cardenal referido, que abrigando éste la idea de erigir un hospital digno de Toledo, en donde se curasen toda clase de dolencias, pensó establecerlo primeramente en el sitio ocupado por los palacios de Galiana, poniendo después los ojos en San Pedro, el Verde, casa que había sido de mujeres emparedadas, y decidiéndose al fin por el lugar en que se encuentra, para lo cual pidió al ayuntamiento de Toledo el correspondiente permiso. Lo concedió éste, gozoso de tan cristiano y caritativo pensamiento, y dio cuenta de él don Juan al emperador, que se hallaba á la sazón en Alemania, logrando su beneplácito por una carta fechada en Spira á cinco de febrero de 1541, concebida en estos términos:

 

«Diego de Guzmán me dijo lo del hospital que queréis edificar cerca de la puerta de Visagra de Toledo, y dotarle. He holgado mucho de que queráis hacer tan buena cosa y en que tanto se podrá nuestro Señor servir. El sitio me parece bueno, y así con su bendición podéis hacer empezar la obra.»

 

Tomóse posesión del terreno el mismo día en que se escribió esta carta, y autorizado el cardenal por bula de Paulo III para llevar á cabo la fundación proyectada, concediéndole al par todas las prerrogativas y exenciones de que gozaban los hospitales de Sancti Spiritus in Saxia y de Santiago de Augusta en Roma; comenzóse la obra bajo la dirección de Bartolomé de Bustamante, famoso arquitecto de aquella época, que había hecho la correspondiente traza. Abriéronse las zanjas en 9 de setiembre del año arriba indicado, prosiguiéndose la fábrica con el mayor calor hasta el de 1545, en que pasó de esta vida el cardenal Tavera, cuando apenas se había terminado toda la parte subterránea.

 

Este desgraciado acontecimiento fue causa de que se enfriaran por algún tiempo los trabajos, si bien no llegó á levantarse mano de ellos, cumpliendo así con la última voluntad del filantrópico arzobispo.—Dejó éste el patronazgo á su sobrino Ares Pardo, alcalde mayor de Toledo, mariscal de Castilla y esposo de doña Luisa de la Cerda, hija del duque de Medinaceli, el cual mandó continuar la obra con el mismo empeño y bajo la dirección del mencionado Bustamante. En el año de 1549 abrazó, sin embargo, la carrera eclesiástica tan señalado artista, entrando en la Compañía de Jesús, y hubieron de encargarse de la fábrica los maestros Hernán González de Lara y los dos Vergaras, padre é hijo, que alteraron algún tanto el plan del nuevo Jesuita.


Planta, alzado y secciones del Hospital de San Juan Bautista en Toledo - Pérez Baquero, Francisco - Monumentos Artisticos de España  sXIX - Museo del Prado
Planta, alzado y secciones del Hospital de San Juan Bautista en Toledo - Pérez Baquero, Francisco - Monumentos Artisticos de España sXIX - Museo del Prado

Contábase el año de 1562, cuando en 24 de julio se puso la primera piedra en la iglesia capilla de este suntuoso Hospital, que iba poco á poco levantándose con aplauso de cuantos le contemplaban y satisfacción de sus Patronos. Presidió aquella ceremonia el obispo de Dragonera, don Luis Suarez, bendiciendo la piedra mencionada, que colocó él mismo á raíz del pavimento debajo del altar mayor, según afirma Salazar y Mendoza en la Crónica del cardenal Tavera. Tocaba ya á su término el siglo XVI y aún no se había concluido tan magnífico edificio, habiéndose invertido en él la considerable suma de cincuenta mil ducados:

 

En 1624 se dijo finalmente la primera misa en su capilla, y se colocaron los restos mortales del fundador en el soberbio sepulcro que se encuentra en medio del crucero, obra debida al inmortal Berruguete, siendo la última que hizo tan distinguido estatuario.

 

Quedó no obstante por colocar la portada principal que se había labrado para decorar este monumento, hasta que á mediados del último siglo, en que la corrupción y decadencia de las artes habían llegado en España al colmo, se construyó una nueva portada que forma un singular contraste con la severidad y magnificencia de todo el edificio, destinándose aquella á servir de adorno al palacio arzobispal, que se reedificaba á la sazón, si bien las inscripciones que en sus pedestales contiene, destruyen hasta cierto punto esta tradición, que pasa en Toledo por muy autorizada entre los eruditos, pero habiendo de hablar más detenidamente de aquel palacio, dejaremos para el artículo que le corresponde el dar nuestro dictamen sobre este punto.

 

El Hospital del cardenal Tavera, que está consagrado bajo la advocación de San Juan Bautista, tiene pues cuatro fachadas:

 

La principal que da vista á la ciudad, está al mediodía y consta de dos cuerpos sencillos en extremo. Presentan cada cual ocho ventanas almohadilladas en sus dinteles y claves, formando las últimas dos arcos y viéndose en los ángulos dos torres con las armas del cardenal, si bien quedó por concluir la del lado del occidente.

 

Véase en el centro la portada, que se compone de tres cuerpos de arquitectura, perteneciendo los dos primeros al orden dórico y ostentando columnas y pilastras, mientras en el tercero, que es jónico y más pequeño que los anteriores, se mira la estatua de San Juan Bautista, obra de mediana escultura; terminando toda esta parte con un frontispicio al cual sirven de acroterias dos flameros y una cruz que se levanta en el centro.

 

En la clave del arco que forma la puerta se halla un tarjetón rodeado de hojarascas de mal gusto, no siendo más recomendables los escudos que se ven en el segundo, ni el ornato que existe sobre el balcón del mismo.

 

Hay encima del tejado, que cubre el segundo cuerpo de la fachada otro compuesto de arcos almohadillados, del mismo modo que las ventanas del primero.

 

La fachada oriental que da frente al camino de Madrid, tiene una puerta sin adornos notables, viéndose en la del norte otra igual, que abre comunicación con los hospitales de San Antonio y San Lázaro.

 

La fachada occidental mira á la celebrada vega, viéndose no muy distante de ella los restos del Circo máximo, de que daremos después alguna idea.

 

Compónese el vestíbulo, que comunica con el patio principal, de tres bóvedas algún tanto apuntadas y revestidas de aristones góticos, hallándose en el muro del frente la puerta que da paso á aquel. Pero ya que llegamos á hablar de tan magnífico claustro, será bien que traslademos aquí la descripción que de él hizo el entendido Nicolás de Vergara, el mozo, descripción conservada por Salazar y Mendoza en la Crónica del cardenal Tavera.

 

«Entrando, dice, por la puerta mas principal al zaguán, se entra á un grande tránsito-pórtico, entre dos patios con columnas del género dórico en primero suelo, y del jónico en segundo con sus arcos y cornisamentos: todo tic singular labor y de piedra berroqueña, que es muy estimada por su firmeza y estabilidad, y porque los incendios no la calcinan ni cascan.

Tienen estos dos patios cuarenta y ocho claros en primero suelo y otros tantos en segundo, con sus arcos, y otras tantas columnas con diez y seis angulares de excesivo peso. Hay en los pórticos y patios tres aljibes y dos grandes pozos.

En el patio de la mano derecha, como sé entra de Toledo por la plaza, está el cuarto del administrador, que se compone de cuatro piezas muy capaces con alcobas, alanias, camarines y retretes y todo cumplimiento. Bien acomodado, con cuatro ventanas grandes sobre la plaza al mediodía. Debajo tiene bóvedas que le sirven de cocina, despensa y otras oficinas.

En el patio de la mano izquierda como se entra de Toledo, está otro gran cuarto con bóvedas debajo, de mucho servicio y ventanas al medio día.

En el segundo suelo sobre el zaguán está la contaduría, donde se hacen las cuentas de los gastos del hospital y se guardan los libros y papeles tocantes á esto.

En lo demás del lienzo están las habitaciones del capellán mayor y capellanes más antiguos, con ventanas y balcones á mediodía.

Encima, en tercero suelo, de parte á parte es la galería que tiene de largo con sus dos torres de reloj y campanas, trescientos pies.

En el lado de poniente, en primero suelo están las enfermerías con ventanas á mediodía y al norte, labradas con mucho primor, propiedad y lindeza, y tan limpias que no se les echa de ver los muchos enfermos de que están llenas. A los lados tienen las oficinas que han menester para su entero servicio.

El largo de estas salas, en una línea recta, es de trescientos pies, de ancho veinte y ocho, de alto veinte y seis.

A la parte de poniente están fortalecidas «por la parte exterior en todo su largo con cinco torres, que sirven de aposentos para enfermos religiosos y gente honrada; y de escaleras de mucha comodidad.

Debajo de las enfermerías hay olías dos del mesmo largo y ancho que son bóvedas y contra bóvedas, en que hay cocina y despensa y  recado de agua v fuentes, para que no sea necesario bajarlo de arriba.

Todas las enfermerías tienen altares en los cuales pueden oír misa los que están en las camas, sin necesidad de exponerse...»  Hasta aquí Nicolás de Vergara.

 

En el lienzo del norte y al frente de la entrada del claustro referido existe la portada de la capilla, obra debida á Berruguete y muy digna del aprecio de los artistas por la belleza de sus proporciones y por la delicadeza de sus relieves y escultura.  Es toda de riquísimo mármol de Carrara. componiéndose de un cuerpo de arquitectura de orden dórico, decorado de dos columnas estriadas, que asientan sobre pedestales esculpidos de relieves, alusivos á la degollación de San Juan Bautista, y reciben el cornisamento en el cual resaltan triglifos y metopas, esmeradamente tallados. Descansan en la cornisa dos estatuas asentadas sobre leones y vestidas de guerreros, las cuales sostienen un escudo con las armas del cardenal, concluyendo de este modo ato graciosa portada.

 

Hay antes de entrar en la iglesia un espacioso vestíbulo de tres bóvedas, presentando en el muro del norte otra portada del mismo orden de arquitectura, con sus pilastras, jambas, cornisa y frontispicio, todo lo cual parece estar revelando la magnificencia del templo, que es indudablemente uno de los más apreciables en su género. Su planta es de cruz latina, constando de una sola nave, adornada de un soberbio cuerpo de orden dórico, con proporción dupla, tanto en el todo como en las partes. El cuerpo de la iglesia se compone de un magnífico embasamiento, sobre el cual se alzan ocho pilastras de gigantescas proporciones, notándose en el entrepaño del centro dos puertas, con sus dinteles de molduras y sobre ellas dos hornacinas, decoradas de pilastras, repisas y cornisamento que solevanta hasta el arquitrabe principal del templo.  Debajo de estas hornacinas hay dos lápidas que contienen las siguientes inscripciones en bellos caracteres romanos: en el lado del Evangelio se lee:

 

D. O. M. D.

JOANNES TAVERA S. R. E., TOLETANUS ANTISTES, CONTRA HAERETICAM

PRAVITATEM SUPREMUS JUDEX, REGII SENATUS PRAESES, ET

REGNORUM CASTELLAE ET LEGIONIS PRO CAESARE MODERATOR

AUGUSTUS, VIR SUI SAECULI ORACULUM, IN COERCENDIS

HAERETICIS ARDENS . IN DIVINO CULTU, UBIQUE REGULA, IN

REPUBLICA ADMINISTRANDA NULLI SECUNDUS, REGIBUS SINE

AMBITU FAMILIARIS, OMNIBUS LENIS, SIBI SEVERUS, DEOGRATUS.

REQUIEVIT IN OSCULO DOMINI KALENDIS AUGUSTI MDXLV.

 

En el de la epístola dice así.

 

D. T. B.

SACRAE AEDES PRESBITERII COLLEGIUM EGESTATIS INVISAE SUBSIDIUM,

AMANDAE VALETUDINIS SACRARUM COEPTAE FELICITER ANNO

MDXLI PIETATE MAGNANIMA ILLUSTRISSIMI CARDINALIS

TAVERA PERFECTAE INSIGNITER SUMPTU OPULENTO PRINCIPIS

INCLITI DOMINI D. DIDACI PARDO DE ULLOA ET TAVERA

MARCHIONIS DE MALAGON, COMITIS DE VILLALONSO,

MILITARI ALCANTARENSIUM STEMMATI, VIRIDANTIS IBIOUE

COMMENDATARII DE BELVIS ET NAVARRA, PHLIPPI IV MAJESTATIS

AECONOMI. ANNO MDCXXIV. UNUS UTRIQUE ANIMUS,

UNA STIRPS, UNA ET GLORIA.

 

Levantase la media naranja sobre cuatro colosales arcos que asientan en ocho pilastras de igual magnitud que las citadas arriba, viéndose en los brazos del crucero dos arcos figurados que suben á tocar en la cornisa, sostenida por las pilastras.

 

Hay en las pechinas, en que se apea la media naranja, cuatro grandes escudos con las armas del cardenal, asentando sobre ellos el anillo de aquella, que dividida en ocho compartimentos, ornados de recuadros, termina con una graciosa linterna.

 

Tiene esta media naranja sobre cincuenta y seis pies de diámetro, levantándose á la altura de doscientos diez desde el pavimento de la bóveda subterránea que sirve de panteón á los duques de Medinaceli, hasta la cruz con que remata la linterna expresada.

 

Míranse en los colaterales del crucero dos retablos, compuestos cada cual de un cuerpo de bella arquitectura de orden jónico, que contienen dos lienzos estimables de la Anunciación y el Bautismo de Cristo, con otros cuadros, debidos al talento del Greco y de Pantoja ó Barroso, á cuya manera se acerca mucho el primero, no habiendo duda alguna sobre el autor de los restantes.

 

En el brazo del Evangelio se encuentra la sillería del coro de capellanes, que no ofrece objeto alguno que atraiga la atención de los viajeros.

 

Dividen la capilla mayor del crucero siete gradas de mármol blanco; siendo el presbiterio ancho y espacioso, cual corresponde á tan soberbio templo.


El Cardenal Tavera - Juan Pardo de Tavera (1472-1545). - Cuadro de Doménikos Theotokópoulos (El Greco) 1610 - Fotografía J. Briones
El Cardenal Tavera - Juan Pardo de Tavera (1472-1545). - Cuadro de Doménikos Theotokópoulos (El Greco) 1610 - Fotografía J. Briones

En el lado de la Epístola se encuentra un lienzo del Greco, retrato del cardenal Tavera, y pintura de mucho efecto y verdad, en donde aparece casi enteramente libre de las extravagancias que dieron al traste con su genio.

 

El retablo mayor que llena casi toda la bóveda, se compone de dos cuerpos de orden corintio, recargados algún tanto de adornos superfluos, lo cual da á conocer que en la época en que fue hecho comenzaba ya á sentirse la decadencia de las artes.

 

Existen en sus intercolumnios algunos lienzos pintados también por Teotucópuli, que se mustió en los últimos años de su vida tan fecundo como desatinado, y algunas estatuas de escaso mérito que sirven de prueba á la observación que acabamos de hacer respecto al retablo.

 

Acaba este con un medio círculo en el cual se ve un Calvario de talla  y es todo de madera pintada de colores imitando diversos jaspes.

 

Lo más reprensible que en nuestro juicio se halla en esta obra, es indudablemente el cornisamento, por no guardar la proporción debida.

 

 

Más digno de aprecio nos parece el tabernáculo que se ve sobre la mesa de altar, si bien para tan magnífica iglesia es de proporciones demasiado reducidas.


Sepulcro del Cardenal Tavera - Perez de Villaamil - sXIX
Sepulcro del Cardenal Tavera - Perez de Villaamil - sXIX

En el centro del crucero se halla colocado el célebre sepulcro del fundador, una de las mejores obras de Berruguete, como indicamos anteriormente. Principio el señor de la Ventosa este suntuoso monumento el año de 1559 y ocupábase asiduamente en concluirlo, cuando en 1561 le asaltó la muerte, hallándole con los cinceles en las manos, por lo cual falleció, como atestigua Salazar y Mendoza, en una pieza debajo de la torre del reloj, que se había acabado por tiempo antes. Quedó sin concluir por esta causa el sepulcro, si bien afirma Salazar lo contrario:

 

He aquí lo que dice Mendoza: 

 

«"Ha muchos años que se guarda un sepulcro de mármol de Carrara, en la ribera de Génova, tierra del marqués de Masa, que acabó de labrar el año 1361 Alonso Berruguete, señor de la Ventosa, insigne escultor y pintor.

Fue la postrera cosa que acabó, y luego murió en el hospital en un aposento que cae debajo del reloj, el dicho año 61.»

 

Cosa que aparece desprovista de fundamento, al examinar detenidamente las estatuas de la Virtudes que se encuentran en los ángulos de la urna cinericia. Cuando el autor del Viaje de España llega á hablar de tan bellísimo monumento se expresa, pues, de este modo.

 

«Esta fue la última obra de tan insigne artífice, y en ella dejó el mejor testimonio de que su valor en el arte solo á la muerte podía ceder.

Todas las molduras, angelitos y demás cosas que hay en esta urna, su invención y menudencia, así como la estatua del cardenal echada, desmienten ciertamente que las pudiese hacer un viejo, cansado ya de trabajar, pues todo es valentía lo que en ella hay, y señal de una edad fuerte en el artífice.»

 

Compónese este sepulcro de una urna, que asienta sobre un sotabanco de airosas molduras, viéndose en cada ángulo un águila de escultura caprichosa, primorosamente talladas. En los frentes de la referida urna existen esquistos relieves que representan varios pasajes de las vidas de San Juan y Santiago, en el que mira al altar mayor hay una rica medalla de San Ildefonso en el acto de recibir la Sagrada Casulla, y en el que da vista á la puerta otra no menos estimable que en un lindísimo grupo figura la Caridad, virtud que habla santificado el cristianismo y que había movido al cardenal á erigir tan suntuoso edificio.

 

En los costados de la, urna se hallan en el centro dos bajos relieves circulares, notándose á sus extremos otros dos que atraen también las miradas de los inteligentes con sus grandes bellezas.

 

Representan los del Evangelio á San Juan penitente, el Bautismo de Jesús y la Degollación; y los de la Epístola á Santiago peregrino, su aparición en la batalla de Clavijo y un Carro tirado de bueyes, cuya composición parece aludir á la invención de su cadáver, junto á la ciudad de su nombre.

 

Sobre estas medallas y relieves se contemplan un escudo de armas del cardenal, en los pies del sepulcro, y dos gallardos tarjetones en los costados, sostenidos por dos niños vueltos de espaldas con las cabezas casi ocultas y teniendo bellas guirnaldas de flores, con una calavera en el centro, símbolo de la fragilidad humana.

 

Búllanse en los ángulos de la cornisa cuatro estatuas algo menores que el natural que figuran en ingeniosas alegorías las Virtudes Cardinales, producciones que en nuestro concepto no pertenecen á Alonso Berruguete, por lo cual nos apartamos arriba de la autoridad de Mendoza. La escultura en estas obras es, efectivamente, menos severa y pronunciada que en todo lo restante de la urna; el dibujo no tan bello ni correcto y la ejecución menos vigorosa y desembarazada.

 

Estas observaciones que sometemos al juicio de los viajeros, que hayan examinado aquella inestimable joya de las artes, bastan para convencernos de que el autor de la sillería del coro de la catedral, y de la transfiguración no pudo contentarse en manera alguna con las estatuas referidas, cuando en la del cardenal que yace sobre el sarcófago y en los relieves descritos, había desplegado tanta maestría, sembrándolos de inestimables bellezas.

 

Corona el sepulcro la figura mencionada de don Juan Tavera, obra que excede á todo elogio y que puede indudablemente competir con cualquiera de las más selectas producciones de las artes italianas, en cuyas escuelas había hecho Berruguete sus estudios.

 

Viste un magnífico pontifical, descansando en dos almohadones prolijamente entallados su cabeza, que cubre la mitra arzobispal, mientras sus manos gravitan sobre el pecho, oprimiendo el báculo pastora) en donde resaltan también esmeradas labores.

 

La cabeza del arzobispo sobretodo nos parece un prodigio del arte: el ayuda de cámara del emperador Carlos  se mostró en esta obra superior á cuanto había hecho durante su vida, para dejar con su muerte más viva la memoria de su gran talento y para hacer más sensible su dolorosa pérdida.

 

Cuantos hombres instruidos llegan al Hospital del cardenal Tavera, cuantos artistas tienen la fortuna de contemplar su sepulcro, no pueden menos de tributar un recuerdo de gratitud, en justo homenaje de admiración al estatuario que en tan alto grado de perfección poseía las artes, y á la época venturosa, en que para gloria de España pusieron aquellas en nuestro suelo su trono.

 

En los arcos que indicamos anteriormente, al hablar del presbiterio, hay dos puertas exornadas con molduras y frontones del orden mismo de arquitectura que todo el edificio; comunicando la del lado de la Epístola con la sacristía, pieza digna de tan soberbio templo compónese de dos bóvedas exornadas de recuadros, tableros y molduras y sostenidas por pilastras dóricas, viéndose en los muros laterales dos ventanas que le prestan luz abundante, sin que ofrezca en lo demás objeto alguno que merezca llamar la atención detenidamente.

Claustro del hospital de Afuera - Toledo Pintoresca - Jose Amador de los Rios
Claustro del hospital de Afuera - Toledo Pintoresca - Jose Amador de los Rios

Volviendo al patio principal, restanos dar una breve idea de los departamentos que contiene el lienzo de la parte oriental, que no se había terminado aún, cuando escribió Nicolás de Vergara la descripción citada arriba.  Sin embargo, por hallarse entonces la obra bajo su dirección y por mencionar todas las piezas que después se labraron, no creemos inoportuno el trasladar sobre dichos departamentos escribe:

 

«En el lienzo á levante, en primero suelo el refectorio de los eclesiásticos y el cuarto del mayordomo y escribano. En lo bajo bóveda que sirven de despensa disponen escalera en medio del cuarto. En segundo suelo hay aposentos de Capellanes menos antiguos. En tercero, al rededor de la galería, los hay de ministros que sirven en diferentes dolidos. En este mismo lienzo de levante está empezado un cuarto de ciento y sesenta pies de largo y de veinte de alto, el cual en su primero suelo será sala para enfermos de mal de bubas. En el segundo ha de haber aposentos para dore sacerdotes viejos é impedidos, á quienes sustentará el Hospital, por no tener ellos con que pasar la vida. En tercero suelo habrá más aposentos para los ministros que los sirvieren.»

 

Fueron labrados estos departamentos en la forma que indica Vergara, y si bien ahora no se hallan todos destinados á los mismos usos, por haber cambiado la forma de la administración, al pasar esta á manos de la junta de beneficencia, todavía conserva el Hospital sus antiguas leyes y estatutos, permaneciendo bajo el patronazgo de los duques de Medinaceli, que tienen en la bóveda subterránea de la capilla mayor su enterramiento.

 

Tal es el Hospital del cardenal Tavera, cuya magnificencia puede competir con cualquiera de los monumentos célebres del siglo XVI: al visitarlo no pudimos menos de recordar el famoso Hospital de la Sangre de Sevilla, que tanta fama goza entre los artistas. El Hospital de Toledo, si bien de más reducidas dimensiones en su totalidad y de otro género de arquitectura, llamará tal vez más vivamente la atención de los viajeros por hallarse mejor conservado, si bien, como el de Sevilla, quedó por concluir, cosa bastante sensible á los ojos de los inteligentes.

 

Es todo este insigne edificio, de cal y canto y ladrillo, tan bueno que si, como dice Mendoza,

«Lo alcanzara Plinio dijera con más fuerza que eran eternas las fábricas de estos materiales.»

 

Sus ornamentos arquitectónicos, tanto en la fachada, como en lo demás, son de piedra berroqueña, como nota Vergara con el pasaje citado arriba.

 

Para terminar este artículo observaremos que el Hospital de Tavera señala en la historia de las artes españolas un paso más que el Alcázar descrito en el precedente. En este aparece la arquitectura tal como la habían traído de Italia Herrera y Covarrubias, aunque en diversos géneros: en aquel se encuentra ya modificada en algún tanto, dejando entrever, en medio de su grandeza, algunos síntomas de la decadencia que tan de cerca la amenazaba.

 

No creemos que deba finalmente pasarse en silencio la circunstancia que refiere Salazar y Mendoza sobre el sepulcro del cardenal Tavera, á cuya sublime caridad debe la antigua corte española tan preciada joya. Cuenta este cronista, que habiendo deseado el arzobispo enterrarse en la capilla mayor de la catedral en el lado opuesto al que ocupa el cardenal Mendoza, llevó tan adelante sus gestiones que consintió en ello el cabildo, y aprobó el emperador su proyecto, si bien solo podían tener sepultura en aquel sitio las personas reales.

 

Hallábase Carlos V á la sazón en Ratisbona, y escribió al cardenal la siguiente carta fechada en siete de mayo de 1541:

 

«Me ha escrito el comendador mayor de León, de mi Consejo de Estado, que de hacerse allí el dicho vuestro enterramiento, no viene perjuicio á los dichos reyes, ni á su capilla, ni hay otro inconveniente; yo he por bien que lo fagais allí, y asi podréis desde luego ordenar que se entienda en la obra; que yo huelgo mucho de ello por la voluntad que tengo de honrar y favorecer vuestra persona, por los méritos y calidades de ella, como es razón.»

 

El cardenal sin embargo dispuso que su cuerpo fuera depositado en su Hospital, lo cual ejecutaron sus herederos sin que después de él haya merecido ninguno de los arzobispos de Toledo semejante honra de los reyes aunque que no ha faltado quien lo haya pretendido con todas sus fuerzas.

 

Guardase en la iglesia una arquita de plata afiligranada de graciosas formas, en la cual se lee esta inscripción:

 

«Se ocultó esta arca con toda la plata de la capilla para librarla de los bandidos franceses, por el señor administrador don Pedro Castañón, y se renovó y doró toda la plata de dicha capilla año de 1814.»

 

Digno padrón de la rapacidad con que las huestes napoleónicas cayeron sobre España á principios del presente siglo, y justa venganza de los desacatos con que asombraron á Toledo, destruyendo los más preciados monumentos de sus artes.

 

 

Fuente: Toledo Pintoresca por José Amador de los Ríos 1845