El Alcázar de Toledo


Dibujo del Alcazar Toledo en el siglo XVI, - Joris Hoefnagel - sXVI
Dibujo del Alcazar Toledo en el siglo XVI, - Joris Hoefnagel - sXVI

Afectados aún por el dolor que produjo en nosotros la vista de tan soberbio monumento, tomamos la pluma para dar cuenta á nuestros lectores del estado de sus venerables y grandiosas ruinas.

El famoso Alcázar de Toledo, domina con su inmensa mole la ciudad del Tajo; que excitaba con su grandeza el entusiasmo de Carlos V, yace en nuestros días desmantelado en su mayor parte, presentando el triste espectáculo de la vanidad humana y acusando á la generación presente con sus escombros.

 

Al pisar aquel recinto, en donde en otro tiempo se ostentaba todo el esplendor del primer monarca de ambos mundos , en donde nuestros mayores habían desplegado toda la pompa de la corte castellana en sus días más bonancibles , vinieron á nuestra memoria , para llenar nuestro pecho de amarga melancolía aquellos versos , con que el inmortal Rioja cantó las ruinas de Itálica:

 

“La casa para el César fabricada

¡Ay! yace de lagartos vil morada

Casas, jardines, Césares murieron

y aun las piedras que de ellos se escribieron.”

 

Hé aquí lo que pudimos decir únicamente á vista de tanto destrozo como se contempla en aquel monumento, perdón al par de nuestra indolencia y de la ferocidad de los que mintiendo ilustración inundaron á principios del presente siglo la península ibérica, para sembrar la desolación en su fecundo suelo.

 

Pero aun en medio de su ruina, en medio de los escombros que amontonados impiden el paso en todas direcciones , ofrece el Alcázar los más señalados testimonios de gloria , revelando el estado á que llegaron las artes españolas en el siglo XVI en manos de los Covarrubias, Villalpandos y Herreras.

Su historia, sin embargo, se refiere á más remotos tiempos, revelando el espíritu y las costumbres del pueblo cristiano, al clavar la cruz triunfadora sobre el humillado turbante en la imperial Toledo. 


El Alcazar  dibujo de H. Swimburne llevado a un aguafuerte en 1799. Archivo Municipal de Toledo
El Alcazar dibujo de H. Swimburne llevado a un aguafuerte en 1799. Archivo Municipal de Toledo

Cuéntese, pues, que sometida esta ciudad al imperio castellano y que dando en el recinto de sus murallas avecindados multitud de árabes, en cumplimiento de las estipulaciones que habían precedido á la entrega, trató el rey don Alonso VI de establecer un fuerte presidio en defensa de los cristianos que había venido a morar en Toledo y en guarda de esta capital importante. Para acudir á todas las necesidades de los soldados y para por murallas indicadas, y tomó al cabo aquel recinto el aspecto de una ciudadela inexpugnable, cumpliendo enteramente al propósito de Alonso VI.

 

Aposentándose en él los reyes castellanos, cuando visitaron á Toledo, lo cual no pudo menos de contribuir á darle mayor ensanche y magnificencia, trocando desde entonces el nombre de Alcazaba con el de Alcázar, y siendo considerado como real palacio.

 

A las restauraciones de Alonso VI y Alonso XVIII siguieron otras no menos interesantes de don Alonso, el Sabio, al cual han atribuido algunos autores su fundación, sin que hayamos podido averiguar los datos que han tenido para opinar de este modo.

 

Continuó sufriendo el alcázar ciertas modificaciones de más ó menos bulto hasta la época del emperador Carlos V, uno de los reyes españoles que más predilección han tenido por Toledo. Pensó este soberano en levantar un palacio digno de sus altas empresas y renombre, y escogiendo el mismo terreno que ocupaba la antigua ciudadela, encomendó su traza á Alonso de Covarrubias y Juan de Herrera, artistas de elevado talento, que gozaban á la sazón de grande fama.

 

Encargóse Covarrubias, ayudado de Luis de Vergara y Francisco de Villalpando, del patio y la fachada del norte, y tuvo Herrera á su cuidado la del mediodía, manifestando cada cual en su obra la índole distinta de su genio: la arquitectura del primero apareció rica y lozana, como su imaginación brillante: la del segundo ostento la severidad que le era característica, si bien no careció de la misma suntuosidad y magnificencia.

 

Levantóse, pues, aquella inmensa mole de piedra, quedando terminada toda la fábrica en 1551. Y continuó siendo admiración de propios y extraños hasta principios del siglo XVIII, en que se apoderaron de Toledo las tropas portuguesas que peleaban á favor del archiduque de Austria, contra Felipe V, saciando en su alcázar el odio inmemorial que profesa aquel pueblo á los castellanos.

 

Pusieron los portugueses fuego al opulento palacio de Carlos V, cayendo envueltas en los escombros sus ricas techumbres, y llevaron tan adelante su bárbaro encono que emplearon las puertas y las ventanas, obras todas cuajadas de exquisitos entalles y relieves, en hacer los ranchos, quedando el alcázar absolutamente arruinado, cuando aquel ejército de vándalos evacuó la antigua corte de los visigodos en 1710.


Vista del Alcázar y Puente de Alcántara en Toledo F. Brambilla ft. sXIX
Vista del Alcázar y Puente de Alcántara en Toledo F. Brambilla ft. sXIX

Asegurada ya la corona de España en las sienes del nieto de Luis XIV, pensó éste en reparar del mejor modo posible la inaudita pérdida que habían sufrido las artes españolas á manos de la envidia lusitana; pero nada se hizo hasta el año de 1744, en que se dio principio á la restauración, que se llevó á cabo bajo los auspicios del cardenal de Lorenzana, reinando ya Carlos III, por los años de 1775.

 

Dirigió esta obra el arquitecto don Ventura Rodríguez, ofreciendo su retrato; y aunque no se conserva vestigio alguno, por donde se venga en conocimiento de lo que hizo, debe creerse que se mostraría en el Alcázar de Toledo digno de la reputación que gozó entre los artistas del siglo último. Logró el arzobispo Lorenzana, concluida ya la obra, que se dignara el rey concederle el alcázar, para establecer en él bajo el nombre de Casa de Caridad un asilo de la pobreza, en donde al mismo tiempo que se cuidase de mejorar las costumbres de la juventud, se resucitara la antigua y respetable industria de los toledanos, cuyos telares de seda habían sido famosos en todo el reino.

 

Los resultados no pudieron corresponder mejor al benéfico propósito del ilustrado arzobispo : por los años de 1787 presentaban aquellas fábricas el más risueño estado, tejiéndose en ellas toda clase de telas de seda, que se despachaban prontamente , así como las de lana y de hilo, que habían adquirido ya grande crédito en toda la Península.

 

Él alcázar de Toledo presentaba entonces el aspecto de una gran colmena, donde[nadie permanecía ocioso, sirviendo á todos de estímulo la dulzura y buen trato que recibían de don Alfonso Aguado y Jarava , que había sucedido en la administración de la Casa de Caridad al obispo de Cartagena.

 

Ocupábamos en las labores más de setecientos pobres, cuya descuidada educación los hubiera entregado fuera de aquel recinto á la mendicidad y al crimen, y salían los jóvenes de aquel establecimiento corregidos ya de sus perjudiciales vicios, y llevando en sus pechos el amor al trabajo, que antes habían aborrecido; haciéndose extensivas as mejoras introducidas por el celoso cardenal á la ciudad entera y aun á la provincia.

 

Conservábase de este modo el Alcázar. que era además visto con especial predilección por el rey , el cual no se desdeñaba de visitarlo , dotándolo al par con diversas pensiones sobre algunas dignidades de la iglesia metropolitana, cuando á principios del siglo en que vivimos, victima España de una de las más injustas y falaces invasiones, cayó Toledo en poder de los franceses.

 

Ya hemos visto la suerte que cupo a San Juan de los Reyes, reducido en gran parte á cenizas por la barbarie de los mismos que nos acusan de falta de cultura: otro tanto sucedió al opulento Alcázar de Carlos V.

 

Recordaron los soldados de Napoleón que había sido fundado aquel suntuoso monumento por los vencedores de Cirinola y de Pavía, y llenos de cólera aplicáronle la tea incendiaria, sin más motivo que su venganza y sin más pretexto que su vandálico capricho. —Mentira parece, como hemos dicho ya, que unos generales ilustrados consintieran actos tan infames, echando sobre sus nombres el más espantoso borrón que pueden ver los siglos.

 


El Palacio de Carlos Quinto Autor Berge, Pieter vanden 1690
El Palacio de Carlos Quinto Autor Berge, Pieter vanden 1690

El Alcázar de Carlos V quedó , pues , reducido á algunos departamentos de segundo orden que respetaron las llamas , permaneciendo erguidos , sin embargo , los muros que habían sobrevivido ya á otro incendio , no menos afrentoso. Pero á pesar de tantos contratiempos, encuentran aun en este despedazado edificio mucho que admirar los viajeros y los artistas. Su planta es cuadrilonga, viéndose colocado de nortea mediodía, presentando en aquel la fachada principal, que consta de tres cuerpos de arquitectura del género plateresco.

 

Contemplase en el primero la portada que se compone de un grande arco, exornado de un gracioso cuerpo jónico, que ostenta dos columnas á cada lado, las cuales reciben el cornisamento.

 

Asienta sobre este un escudo de armas imperiales, á cuyos extremos hay dos columnas con el plus ultra y dos reyes de armas de elegante escultura. En el friso se halla esta leyenda:

 

Car. V. Ro. imp. his. rex. MDLI.

 

Adornan el resto de este primer cuerpo doce ventanas con sus jambas, frontis y escudos de armas por coronamiento, alzándose el segundo sobre la cornisa que le sirve de remate en toda la fachada. Las ventanas que lo decoran son triangulares en sus frontones, encerrando cada cual una cabeza de mármol esculpida con mucha inteligencia, y ostentando al par gallardas pilastras y candelabros, los cuales les sirven de remate.

 

Tiene el tercero nueve arcos con caprichosas columnas de balaustres, presentando en sus claves las armas de Castilla y acabando con diferentes pirámides; todo lo cual constituye un todo grandioso y bello, siendo notables la diligencia y buena distribución de todos sus ornatos.

 

A los extremos de la fachada se levantan dos torres cuadradas, á las cuales se sube por escaleras de caracol de sólida y elegante construcción, dominándose desde sus cimas la extensa vega que ameniza el Tajo, y la ciudad entera. Del magnífico vestíbulo á que daba entrada la puerta descrita, solo han quedado los tres arcos dóricos, que comunicaban con el gran patio, ostentando aún en sus enjutas y dovelas escudos de armas, figuras de ángeles y florones de exquisita talla.

 

Consta el patio principal de treinta y dos arcos de suntuosa perspectiva, que forman una espaciosa galería y asientan en columnas de orden corintio, notándose en cada ángulo un grupo de dos pareadas, que sirven de eje á los tránsitos de aquella.

En las enjutas de los arcos de este primer cuerpo se ven multitud de escudos, ostentando cada cual las armas de una de las provincias en que se hallaba dividida antigua mente la monarquía española, y notándose en todos las águilas imperiales.

 

Los arcos del segundo cuerpo conservan solamente las columnas y las claves, pareciendo cosa verdaderamente prodigiosa el que puedan tenerse enhiestos, despojados ya de la mayor parte de los tirantes de hierro que los sujetaban al muro interior, y expuestos á la intemperie y á los vientos que azotan en aquella parte furiosamente durante el invierno.

 

En la reedificación, que dejamos mencionada, fueron cerrados estos arcos, dejando en cada intercolumnio una ventana, decorada de jambas de sencillas molduras, como pueden notar nuestros lectores en el grabado que acompaña á este artículo, el cual representa este magnífico patio, tal como se encontraba por los 'años de 1775.

 


Patio del Alcazar - Jose Amador de los Rios - sXIX
Patio del Alcazar - Jose Amador de los Rios - sXIX

La escalera, que está situada al frente de la puerta del norte, ocupa casi todo el lienzo del mediodía, siendo una obra de fas mas suntuosas y magníficas que pueden imaginarse, si bien se halla destruida como lo restante del edificio. Dícese en elogio de ella que cuando Carlos V se veía bajo sus bóvedas, solía repetir lleno de entusiasmo que solo se acordaba entonces de que era emperador y rey de España. En efecto: la escalera del Alcázar toledano es verdaderamente regia, aventajando en gran manera á otras muchas que gozan de mucha fama.

 

Trazóla Francisco de Villalpando, á quien ayudó Gaspar de Vega en su dirección, y se compone de un tramo de doce gradas de cincuenta pies de latitud, espacio que ocupa también la meseta ó rellano de donde arrancan los dos ramales en que se divide después, teniendo cada cual otros dos tramos de veinte y cuatro gradas el primero y diez y seis el segundo.

 

Cubrían esta gran escalera nueve bóvedas que formaban una anchurosa nave, adornando los muros un elegante cuerpo de arquitectura, compuesto de veinte y dos pilastras, y presentando en los entrepaños ventanas decoradas de jambas y frontones de graciosas molduras. —En el muro del frente existen todavía las puertas que daban entrada á la soberbia capilla, viéndose sobre el arco del centro un escudo de armas reales con la inscripción siguiente:

 

Carolo. Pío. Fel. aug. p. p. anno MDCCLXXV.

 

La capilla debió ser indudablemente una de las mejores piezas de este despedazado palacio, á juzgar por lo que de ella se ha conservado.

 

Adornábala un cuerpo de arquitectura con pilastras corintias, sobre cuyo cornisamento se alzaban los arcos torales que sostenían la media naranja y que por fortuna no han perecido, llamando la atención de los inteligentes por su ligereza y el atrevimiento con que están ejecutados.

 

En una de las hornacinas del mediodía se mira aún una exquisita medalla de piedra, que figura á la virgen de Belén, obra que á primera vista revela la época de Berruguete y de Borgoña. Algunas de las habitaciones, y son por cierto muy pocas, del segundo piso, tienen todavía íntegras sus bóvedas, notándose en su examen que aun no se había desterrado la arquitectura gótica , cuando se hizo este magnífico palacio , á mediados ya del siglo XVI.

 

Las piezas subterráneas que son dignas también de visitarse, guardan especialmente la escalera, la misma planta que las que llevamos descritas, siendo tan anchurosas y capaces las caballerizas, que han encerrado en diferentes ocasiones algunos centenares de caballos.

 

Réstanos dar una idea de la fachada del mediodía, trazada y dirigida por Juan de Herrera: compón ese, pues, de cuatro cuerpos de arquitectura de majestuoso aspecto y bellas proporciones. Son todos de orden dórico, constando el primero de diez arcos redondos y almohadillados; el segundo de doce colosales pilastras, en cuyos entrepaños existen ventanas y balcones con sus respectivas jambas y frontispicios de bien diseñadas molduras; de otras doce pilastras el tercero, si bien no están almohadilladas como las del anterior; y el cuarto en fin do diez arcos redondos, sostenidos por doce pilastras, colocadas en el mismo orden que las de los restantes cuerpos.

 

Forman todos cuatro un armonioso conjunto, viéndose á los extremos dos torres que corresponden á las otras del lado del norte, las cuales presentan en la decoración de sus ventanas algunos vestigios del gusto plateresco, circunstancia que nos hace creer que fueron ambas fabricadas después que la fachada de Herrera.

 

Las restantes de oriente y occidente ofrecen muy poco que merezca mencionarse: debe sin embargo llamar la atención el trozo de muralla que sirve de apoyo á la fachada oriental, en donde se ven algunos torreones redondos, que están revelando la época en que fueron construidos. Las ventanas de la fachada occidental tienen también algunos ornamentos de gusto plateresco, así como la puerta que conduce á las bóvedas subterráneas, mencionadas arriba.

 

No terminaremos este artículo del Alcázar de Toledo , sin aliviar en algún tanto el sentimiento que puede haber causado en nuestros lectores su lamentable situación , haciendo al mismo tiempo justicia á las personas que se han interesado en salvarle de la total ruina que le amenaza.

 

Instalada la Comisión de monumentos históricos y artísticos en aquella capital , que es indudablemente una de las que más han llamado bajo este aspecto la atención del gobierno, elevó la misma en 13 de noviembre de 1844 una exposición á S. M., en la cual rogaba que se atendiese á la conservación de aquel soberbio monumento , proponiendo, como medio para conseguirlo , el que se estableciera en él un colegio militar, cuyo pensamiento no podía ser más ventajoso á Toledo.

 

El gobierno acogió esta idea con gusto, dando comisión á don Antonio de la Iglesia, brigadier de ingenieros, para que pasase á formar el presupuesto de la obra indispensable para habilitar convenientemente el Alcázar.

 

Tenemos entendido que el señor Iglesia ha dado cima á su trabajo cumplidamente, y nos anima la esperanza de que tal vez en nuestros días pueda quedar restaurada enteramente esta soberbia fábrica, víctima dos veces de la envidia extranjera.

 

Lo anterior fue publicado en el año de 1845. Cuando el edificio tras la destrucción sufrida en 1808 estaba en ruinas

 

El Alcázar será terminado de reconstruir en 1872 para albergar la academia militar, para volver a ser destruido por un incendio en 1887. como muestra la imagen


Incendio del Alcázar - La Ilustración Española y Americana. 15/01/1887
Incendio del Alcázar - La Ilustración Española y Americana. 15/01/1887

Se volverá a reconstruir terminándose en 1900, y vuelto a destruir en 1936 durante la guerra civil española.

 

Sera reconstruido una vez más terminándose su reconstrucción en 1966.

Actualmente alberga el museo del ejército, y la Biblioteca de Castilla la mancha.

 

Fuente “Toledo Pintoresca – José Amador de los Ríos