El Héroe del Tajo


El Puente de San Martin - Perez Villaamil - sXIX
El Puente de San Martin - Perez Villaamil - sXIX

Los descendientes de la raza goda el amor á la independencia, y á ese conmovedor grito se supieron conquistar gloriosos triunfos. 

 

Cuéntase que habitaba por entonces en el cercano pueblo de Mora, un hacendado cuyo nombre era Don Ventura hay Jiménez, valiente como pocos y caritativo sin limites. 

 

Tuvo éste noticia confidencial do que por el término de su pueblo, cruzaría en época próxima un emisario francés con propósito de llevar al General en Jefe  de Andalucía, documentos de interés que le entregaran en la Corte; y tratando de impedirlo, reunió algunos de sus criados y varios convecinos, hízoles sabedores de su proyecto, y armándose todos, pusiéronse ojo avizor mandados por el Sr. Jiménez detrás de unas colosales rocas de las cercanías del pueblo, y no tardó  el enviado  extranjero en ponerse á la vista de los que acechaban su llegada. 

 

Cuando lo vieron de cerca, intimáronle á la rendición: opúsose el frances á ello, incitando á su  fogoso corcel á la huida, y apenas comenzaban su carrera, un proyectil disparado por los morachos hizo que, convertido en una masa informe, midiera el suelo.

 

Registráronle, y se hizo cargo el Sr. Jiménez de los pliegos que guardaba, dándose acto seguido por disuelta la improvisada partida. No tardó el mencionado propietario en deliberar aquellos comprometedores pliegos, en la mañana inmediata, tomándolos él mismo, púsose en camino de Andalucía, donde logro llegar felizmente, y buscando á la Junta Española entregó á  sus esclarecidos miembros los autógrafos que con cautela hubo transportado. 

 

Después de examinar la Junta  el contenido de aquéllos, exigieron al moracho así nominaban al señor Jiménez que eligiera el premio que había de otorgársele por su fidelidad, á lo que se negó abiertamente repetidas ocasiones. Instado de nuevo, por altísima distinción, rogó le fuera permitido levantar una partida en la margen izquierda del Tajo, para contrarrestar las correrías de los franceses, para lo cual fué autorizado en el acto.

 

Volvió á Castilla, no sin correr grave riesgo en varías capitales; publicó su propósito, repartió armas y municiones, y en corto espacio de tiempo ya recorría bien organizada La Partida del Tajo desde las puertas de Toledo basta los montes del mismo nombre, siendo á todas horas el terror de los gabachos que osaban hollar el centro de España.

 

Presuma el lector que sólo por sus hazañas en múltiples combates con los invasores, se hizo acreedor su nombre á la gloria: los genios, cuando comienzan una obra, la consuman ó perecen, sin que humanas fuerzas les hagan abandonar su ideal.

 

Los hechos que á continuación se citan probarán lo que antecede.

 

Era el año 1809. Las tropas y avanzadas del Rey José ocupaban la ciudad de Toledo, juntamente con el Alcázar, donde tenían toda la artillería, y el castillo de San Servando, que aún se encontraba en disposición de prestar servicios como baluarte de defensa, por lo que colocaron en él una guardia que estuviera á la mira del puente de Alcántara.

 

Una pequeña columna del mismo ejército volvía de la Mancha con objeto do incorporarse á las fuerzas que caminaban hacia el lugar en que había de librarse en breve una batalla, luciendo sus cascos y colas de caballo y cosas no vistas en esta capital hasta entonces. Sabedor de la proximidad de esta columna el Sr. Jiménez, que á la sazón se hallaba visitando los pueblos de los montes, puso su partida de Brigantes como los decían los franceses en camino de Toledo, y al llegar tras larga jornada al cerro cortado junto á las Paredes Blancas vió la columna extranjera.

 

Mandando sin dilación avanzar á los suyos hacia ella, en unión de algunos paisanos de la ciudad que se le agregaron en la Sisla, llevando en sus brazos escarapelas con los colores nacionales como se mandara en la orden dada en 18 do Agosto de 1808. Siguiéronla hasta la plazoleta que existe en la Venta de Macho, y en su angostura, trabaron Brigantes y Gabachos una encarnizada lucha, tomando parte en ella los centinelas del castillo de San Servando, que con la cobardía del salteador, parapetados detrás de sus ennegrecidas almenas, comenzaron á lanzar sobre los españoles mortífero plomo.

 

En el fragor del combate, dando tajos furibundo é incitando á los suyos el Sr. Jiménez, cayó herido por un proyectil al pie de su incansable alazán. Junto al memorable castillo, testigo mudo y elocuente de gloriosos hechos entre las huestes de la Cruz y la Media luna, en la Edad Media, vertió por vez primera su sangre el patricio Sr. Jiménez,

 

Y en otro encuentro con los franceses, habido más tarde en la cuesta que media entre la Venta de la Buena Moza y el Cerro de los Palos, a la vista del puente de San Martin encontró la muerte el Héroe del Tajo como sus vasallos y contemporáneos le nominaron desde aquella dolorosa fecha.

 

La Partida del Tajo continuó sus excursiones mandada por el yerno del Sr. Jiménez, D. Juan Gamez, hasta la salida de los franceses de nuestra patria.