El Castillo de San Servando

Antiguamente tambien era conocido como Castillo de San Cervantes


Castillo de San Servando - Cecilio Pizarro sXIX
Castillo de San Servando - Cecilio Pizarro sXIX

Al frente del celebrado y antiguo Puente de Alcántara, sobre un escarpado cerro que domina los contornos, se levanta el despedazado Castillo de san Servando también fue llamado de san Cervantes, voz corrompida por el tiempo, que apenas da idea del verdadero nombre que tuvo antiguamente aquella formidable fortaleza. La antigüedad de su fundación primitiva se remonta á la época de la conquista de Toledo. Aunque es muy posible que anteriormente existiese otra fortaleza anterior quizás romana o árabe, ya que en el lugar confluyen vías romanas dominando el acceso a Toledo por el puente Romano.

 

Cuando la ciudad de Wamba fue sacada del poder mahometano, fundó el rey don Alfonso VI en 1088 un monasterio cluniense, concediéndole en 1095 multitud de privilegios, eximiéndole de todo pecho y dándole por término y en señorío el monte inmediato con libre, entera jurisdicción é imperio mero-mixto de horca y cuchillo. También les entrego la iglesia de Nuestra Señora de Alficen (de Abajo) la cual había permanecido abierta al culto cristiano, sirviendo de catedral durante la dominación de los sarracenos, (con el tiempo esta iglesia quedaría en el interior del convento del Carmen Calzado, siendo destruida junto a este durante la invasión francesa), y sometió á su dominio la villa de Alqueira, arrabal que fue después de la ciudad, donándoles finalmente otras muchas posesiones y haciendo sufragáneo suyo el monasterio de san Salvador de Peñafiel. Autorizaron estas concesiones y privilegios diferentes prelados que asistían á la córte, y firmó también con ellos la reina doña Berta, llegando la predilección de don Alfonso hasta el extremó de edificar al lado del monasterio un fuerte castillo para su defensa.

 

Se conoció desde un principio bajo la advocación a San Servando y a San Germán, esto se debe al agradecimiento del monarca castellano a dichos santos pues en la Batalla de Sagrajas (o Zalecas) acaecida el 23 de octubre de 1086 (día de la festividad de estos mártires ajusticiados en el año 305) salvó la vida milagrosamente en una huida desesperada.

 

El castillo ha sido testigo desde tan lejanos tiempos de muchos y muy importantes acontecimientos, ya que no bien se había terminado su fábrica, cuando fue cercada Toledo por Almohait Hiaya, príncipe de los almorávides, que no pudiendo hacer grandes progresos en el asedio contrala ciudad, determinó poner fuego al monasterio, lo cual llevó á cabo sin mucha dificultad en el año de 1099. Levantado el cerco y libre ya Toledo de aquella plaga, volvió el rey á edificar el incendiado convento, poniéndole nuevos y más fuertes reparos, pensando de esta manera ponerlo á salvo de cualquier imprevista tentativa; pero de poco aprovecharon los cuidados de don Alonso; los monjes que no estaban dispuestos á habérselas diariamente con los enemigos de su ley abandonaron á los pocos años castillo y monasterio, pasando sus rentas á engrosar las de la mitra arzobispal, si bien dando parte de ellas á la sede apostólica.

 

Fue el castillo entregado en consecuencia á una compañía de aguerridos soldados, dejándose palpar desde luego la diferencia que existía entre unos y otros defensores. Era el año 1110, cuando reinando en Castilla el rey don Alfonso VII, fue Toledo asediada por un grueso ejército de africanos, capitaneados por Ali-Aben-Juzeph, emperador de Marruecos y cabeza de los almorávides. Era ya dueño de los reinos de Andalucía, é impulsado por el odio que abrigaba a los cristianos, estaba determinado a someterlos a su religión, se puso sobre Toledo que era defendida por valerosas huestes, acaudilladas por el esforzado Alvar Fañez de Minaya; y convencido de que sin reducir el castillo, serian de todo punto ineficaces los asaltos que daba á la ciudad, se resolvió a combatirlo con todas sus fuerzas.

 

Inútiles fueron sus ataques y cuantas veces se acercaron sus soldados al monte, se vieron obligados a retirarse precipitadamente, sufriendo considerables pérdidas. Enfurecido Ali-Aben-Juzeph, al ver que la resistencia excedía á sus esperanzas y que se había  derramado inútilmente la sangre de sus mejores combatientes, ordenó que pusieran fuego al monte, pensando vengarse de esta manera y escarmentar á los cristianos.-Apercibidos estos de los deseos del africano, hicieron una vigorosa y oportuna salida y lograron apagar el incendio que comenzaba ya á enseñorearse de los contornos del castillo, haciendo al mismo tiempo un gran estrago en los sitiadores. La cólera del emperador llegó á su colmo, al ver frustrados una y otra vez sus intentos, y ardiendo en ira mandó que fuesen todas sus huestes al asalto, empeñado  en una lucha tenaz y porfiada, en que se peleaba mutuamente por la religión y por la venganza. Los orgullosos africanos, rechazados y escarmentados en todas partes, se vieron obligados al cabo á retirarse del combate, habiendo dejado henchidos de cadáveres los fosos y siendo perseguidos arrojadamente por los sitiados, que hicieron en ellos una horrorosa carnicería, quemando al mismo tiempo todas sus máquinas de guerra. Este inesperado contratiempo hizo á Ali-Aben-Juzeph levantar los reales y alejarse apresuradamente de una plaza, cuya guarnición estaba animada de tan alto entusiasmo.

 

Pero diez años después se vio cercado nuevamente el castillo de San Servando, sufriendo ataques no menos sangrientos y obstinados, en que afortunadamente llevaron también los sitiados lo mejor del campo. Cansado al fin don Alonso de tantas invasiones se determino á tomar la iniciativa, llevando la guerra al próximo territorio de los musulmanes, y allegando un ejército respetable, lo movió contra Curelia ó Aurelia, fortaleza no muy distante del reino de Toledo, que servía de escalón y guarida á los agresores. Defendía esta plaza un moro de gran corazón, llamado Alí, que confiado en el valor de sus soldados aconsejó á los que venían en su socorro que se encaminasen sobre Toledo, en donde podrían aprovechar la ausencia del rey, logrando tal vez apoderarse de tan principal metrópoli. Lo hicieron así los musulmanes, Y mientras el rey de Castilla apretaba al alcalde de Aurelia fuertemente, se vio Toledo rodeada de un ejército poderoso, que venía dispuesto á rendir toda fortuna contra sus defensores. Se encontraba á la sazón en la ciudad la reina doña Berenguela, lo cual no podía menos de infundir gran aliento a los sitiados.

 

Los moros estrecharon sin embargo de tal, manera al castillo de San Servando que vino por tierra en pocos días una de sus torres principales, amenazando igual fracaso á todo el lienzo oriental, que era el más combatido. Temió la reina la suerte de los que custodiaban la fortaleza, y con una resolución verdaderamente heroica mandó un mensaje á los sitiadores, diciéndoles que:

 

"Si eran tan valientes como  pretendían demostrar, que partiesen contra Curelia, en donde los esperaban el emperador y el ejército cristiano, que el hacer guerra á tina dueña era poco noble y grandemente ajeno de corazones animosos."

 

Esta peregrina embajada produjo el efecto que doña Berenguela se proponía, herido el pundonor de los árabes, cuyo espíritu caballeresco no cedía en nada al de los castellanos, respondieron á la reina, rogándole que se dejase ver desde su alcázar para tener la fortuna y la honra de acatar, aunque de lejos, á tan grande señora. Dona Berenguela se dejó ver, en un torreón de la muralla junto a la actual puerta Nueva de Visagra por ello estos torreones serán conocidos como torres de la Reina sin conocerse exactamente en cuál de ellos se subió la reina, como deseaban los agárenos, y dejaron estos también en el mismo punto de molestar la ciudad y el castillo, levantando el cerco y desapareciendo al siguiente día de aquellos alrededores.

 

Creada y extendida por toda Europa, la orden militar del Temple, puso Alfonso VIII en poder de sus esforzados caballeros la fortaleza de San Servando devolviéndole la iglesia metropolitana parte de sus antiguas rentas y privilegios. Enumerar aquí los servicios que prestaron estos valerosos campeones en defensa de un castillo que era la llave de Toledo y que se verá continuamente combatido por los musulmanes, merced á la manera dé guerrear de aquellos tiempos, mas que ser prolijo (nos parece hasta cierto punto fuera del caso. Baste saber, por tanto que aquellos desnudos peñascos presenciaron en distintas épocas mil arriesgadas hazañas, y que no se acercaron una vez á la imperial ciudad los musulmanes sin que se fueran lastimosamente escarmentados y sin que antes no avisase el castillo de San Servando de la invasión qué amenazaba, como dice graciosamente el sarcástico Góngora en aquel romance de todo el mundo tan conocido, que dirige á este respetable monumento histórico:

 

Tú que á la ciudad mil veces,

viendo los moros de lejos,

sin ser nave tronadora

hablaste en lenguas de fuego …

 

Góngora alude aquí á las almenaras que daban aviso de las algaras y rebatos.

 

Vista del castillo de san Servando - J. Laurent hacia 1870/80, se aprecia el estado ruinoso que a finales del s XIX presentaba.
Vista del castillo de san Servando - J. Laurent hacia 1870/80, se aprecia el estado ruinoso que a finales del s XIX presentaba.

Cuando en 1312 fue extinguida definitivamente la orden militar del Temple merced al odio de Felipe el Hermoso y del romano pontífice, quedó desamparado el castillo de San Servando, á tal punto que sus invencibles muros vinieron casi enteramente por tierra en el espacio de sesenta y ocho años. Las invasiones de los sarracenos habían cesado entretanto y no parecía ya de necesidad absoluta el rehabilitarlo para la defensa de la ciudad.

 

En el siglo XIV con motivo de las luchas entre Pedro I y Enrique de Trastámara fue levantada una pequeña fortificación en las ruinas del castillo por parte de los partidarios de Pedro I. Los partidarios de Enrique tomaron el castillo sin dificultad. El arzobispo don Pedro Tenorio que había presenciado las sangrientas revueltas habidas durante el reinado del rey don Pedro, pensó sin embargo restituir á Toledo su antiguo é inexpugnable baluarte para lo cual se puso de acuerdo con el ayuntamiento, comenzando la obra en el año de 1380, y no levantando mano de ella hasta verla enteramente concluida, se otorgara entonces el castillo a don Pedro López de Ayala.

 

Ensanchó los muros del castillo hasta recoger en su recinto el terreno ocupado por el monasterio, desapareciendo este desde entonces y quedando reducido finalmente á una plaza de armas. Bajo este pié permaneció, hasta que generalizado ya el uso de la pólvora vino á perder toda su importancia, siendo mirado con tal abandono, como demuestran los siguientes versos del romance citado arriba, en que el gran poeta cordobés hizo alarde de su humor festivo:

 

Castillo de san Cervantes,

tú que estás junto á Toledo:

fundóte el rey don Alonso

sobre las aguas de Tejo.

……………………

Lampiño debes ser

castillo, si no estoy ciego;

pues siendo de tantos años

sin barba-cana te veo.

……………………

Tiempo fue (papeles hablen)

que te respetaba el reino

por juez de apelaciones

de mil católicos miedos.­

Ya menospreciado ocupas

la aspereza de ese cerro,

mohoso, como en diciembre

el lanzón del viñadero.-

 

Los versos de Góngora manifiestan que el antiguo y glorioso Castillo de San Servando era visto en su tiempo con el mayor desprecio. Don Pedro Calderón de la Barca, en la jornada segunda de su comedia titulada Cada uno para sí, da a conocer hasta el punto que había llegado este abandono, siendo el castillo por su soledad el sitio destinado para los duelos. Don Enrique de Mendoza, que había tenido un lance de honor con don Carlos de Silva, del cual había salido herido, es enviado á Toledo por el Consejo de las órdenes para hacer las pruebas de nobleza y buena conducta al referido don Carlos. Este ofrece su casa á don Enrique, remitiendo para mejor ocasión el duelo pendiente:

 

Don Enrique la rehúsa, y don Carlos exclama:

………… habiendo oído

que no queréis admitir

este pequeño servicio ,

y que para una posada

de mi casa habéis salido;

porque siendo forastero

y estando yo retraído ,

podrá ser que no sepáis

á dónde hablarme, he querido

que sepais que es en el Carmen,

y que está cerca el castillo

de San Cervantes.-A Dios.-

 

Don Enrique le detiene y manifiesta la causa de su viaje y añadiendo últimamente:

 

Y para que veáis que os sirvo,

enviadme con don Félix,

pues en treguas es estilo

el que haya mensajeros,

todos aquellos avisos

ó papeles que os importen,

memoriales y testigos;

advirtiendo que al instante

que vuestro honor puro y limpio

quede, se acabará en mí

la inmunidad del ministro:

sabré dónde es San Cervantes

y en San Cervantes de oíros

doy palabra como noble,

y veréis que allí confirmo

que hemos quedado los dos

como de antes enemigos.-

 

No contento Calderón con las noticias indicadas, añade en otra escena al pasar don Enrique y don Carlos por delante del castillo:

 

Enr. Señor don Carlos, porque

veais si un forastero aprende

bien las señas, el Castillo

de San Cervantes es este.-

 

Cárl. Días ha que le conozco

y si el buscarme y traerme

á él es decirme que es tiempo

de que las treguas se quiebren,

¿Qué aguardáis? ... solos estamos

y apartados de la gente.-

 

Pero el castillo de San Servando no conserva solo estos recuerdos: al pié de sus muros recibió uno de sus más insignes prelados la investidura arzobispal de manos del primer monarca de ambos mundos.

 

«Fue en el año de 1534, y queriendo el emperador Carios V oír los oficios de la Semana Santa en el convento de Santa María de la Sisal, situado á media legua de Toledo, salió de esta ciudad el miércoles de dicha semana con dirección á aquel retiro, acompañado del cardenal Tavera. (Subiendo por la cuesta del castillo de San Servando, dice Salazar y Mendoza, que está pasado el puente de Alcántara, le mandó volver. El cardenal le suplicó le diese licencia para ir adelante.-Llegado en frente del castillo, le dijo otra vez: ;(Volveos. El cardenal, con el sombrero en la mano  tornó á hacer instancia para que le dejase pasar de allí. Entonces dijo el emperador: Volveos, “arzobispo de Toledo”, é id á besar la mano á la emperatriz. Apeóse el cardenal y pidióle la suya por tan grande merced y favor y volvióse á la ciudad, y el emperador siguió su camino. Voló tanto esta nueva, escuchóse con tanta atención, con tanto aplauso y tan general contento, que cuando el cardenal fue de vuelta al puente, se hundía la ciudad de campanas y regocijo.»

 

Se vuelve a mencionar el castillo en 1525 como ruinoso, y no volverá a ser citado hasta en 1808, cuando los franceses ocuparon á principios de siglo Toledo, dieron mucha importancia á la toma de aquella antigua fortaleza. ¿Conocerían quizá los capitanes de Napoleón su historia mejor que nuestros compatricios, ó intentarían de esta manera dar importancia á su conquista? ... Creemos lo último. Los partes dirigidos á la córte del intruso José, no dejan duda de que solamente se atendió entonces á hacer alarde de un triunfo poco disputado y menos costoso.

 

 

El Castillo de san Servando - Lineth Almanza - 2019
El Castillo de san Servando - Lineth Almanza - 2019

El castillo de San Servando, más digno tal vez de estima bajo este aspecto que como monumento artístico. Su arquitectura, que como pueden haber sospechado ya nuestros lectores, pertenece al gusto arábigo, no pasa de ser hija de la imitación mozárabe que en la época del arzobispo don Pedro Tenorio comenzaba á aparecer con más sensibles caracteres. El castillo que es objeto de las tradiciones referidas, que en tiempo de Góngora y de Calderón estaba ya totalmente abandonado.

 

En su estado ruinoso pasaría a ser almacén y Polvorín, José Amador de los Ríos en 1845 lo describirá como sigue:

 

Conserva solamente tres lienzos de muralla defendidos por robustos torreones, coronados de almenas y guarnecidos de aspilleras y barbacanas. En el frente del Mediodía se encuentra junto á uno de los cubos ó albacaras una pequeña puerta chapada fuertemente de hierro, la cual está formada por un arco de herradura, si bien despojado ya algún tanto de la gracia y de los airosos contornos que ostentan los propiamente árabes. Presenta esta fachada tres gruesas torres, viéndose ornadas sus barbacanas de arcos estalactíticos, recortados con mucho esmero sobre la muralla.-En la parte de Oriente se conservan únicamente dos torreones decorados en la misma forma, contemplando al Norte otros dos más gruesos, que se adelantan y separan del muro gran pieza, como para asegurarlo y protegerlo. Al Occidente, en fin, se halla desmantelado, sobrevive solo un gran arco de herradura que daba frente al famoso puente de Alcántara, siendo indudablemente la entrada principal del castillo.

 

En la parte interior existen últimamente algunas cuadras de armas, cubiertas de fortísimas bóvedas y algunos sótanos que demuestran el empeño con que fue construido este respetable baluarte, destronado por la pólvora, como oportunamente observa el señor don Pedro José Pidal en sus Recuerdos de un Viaje a Toledo. Al pie del muro del Norte se encuentran en el exterior algunos sepulcros abiertos á pico en la roca sobre que asienta el castillo. Ninguna tradición se conserva en la antigua córte castellana sobre esta especie de monumentos, y sin embargo no pudieron menos de llamar nuestra atención, por lo cual no hemos querido pasarlos en silencio".

 

En 1873 seria subastado por 3.500 pesetas, seria salvado de su completa destrucción y casi segura desaparición, gracias a la intervención de la comisión provincial de Monumentos, siendo declarado Monumento Nacional el 26 de agosto de 1874, siendo el primer castillo de España en obtener esta protección.

 

 

Su estado sin embargo siguió deteriorándose hasta las pequeñas intervenciones de 1911 y 1920. Pero fue en 1945 cuando cambió el destino del castillo al ser destinado a albergar un colegio menor de la Delegación de Juventudes, que fue inaugurado en 1958. La obra respetó y aprovechó el perímetro exterior del castillo del siglo XIV, y se levantó de nueva planta el interior que había desaparecido por completo. Este uso es el que dio lugar al actual como Albergue de la Juventud.

 

 

Fuentes:

Toledo pintoresca, José Amador de los Ríos

Toledo Olvidado, Eduardo Sánchez Butragueño