La Catedral de Toledo


La catedral de Toledo - Perez de Villaamil - sXIX
La catedral de Toledo - Perez de Villaamil - sXIX

La historia de las artes españolas desde principios del siglo XIII hasta nuestros días, se halla comprendida en este gran monumento que se levanta en medio de Toledo, para revelar el espíritu de las generaciones pasadas, y para poner de manifiesto al punto que llevaron nuestros padres su cultura.

 

La historia religiosa, militar y política de aquel pueblo que sostuvo una encarnizada lucha de siete siglos para recobrar su independencia, que arrancó palmo á palmo el suelo de la península ibérica al poder sarraceno , se halla escrita, esculpida y pintada en tan suntuoso templo, silla de grandes prelados y depósito de misteriosas tradiciones.

 

El aspecto de aquel magnífico edificio, que da á conocer á primera vista cuál fue el sentimiento dominante que elevó sus naves, y que levantó su esbelta é imponente torre, despierta en la imaginación de cuantos tienen la fortuna de contemplarlo ideas elevadas, pensamientos sublimes, cuya grandeza parece aumentarse al tender la vista sobre cuánto nos rodea en la desventurada época que alcanzamos. La catedral de Toledo , como las de León , Burgos y Sevilla , pertenecen al gusto gótico en toda su pureza ; á ese género de arquitectura , nacido para consagrarse al cristianismo en la edad -media , que aparece ahora á nuestros ojos como una personificación del sentimiento religioso, alma de aquellas sociedades, y que, tenido en menos por nuestros padres, ha recobrado toda su importancia con el estudio de la arqueología de los tiempos medios.

 

La catedral de Toledo , que en su parte exterior aparece llena de majestad, ofrece en la interior un ancho campo, en donde la iconografía cristiana encuentra abundante materia para sus especulaciones . En donde los artistas, los poetas y los historiadores pueden hallar al mismo tiempo inspiraciones y lecciones profundas.

 

La fundación de este celebrado templo parece remontarse á la época de san Eugenio, primer obispo de Toledo, según la opinión autorizada de algunos escritores , si bien no es de este dictamen don Antonio Ponz , cuando en la carta 11 del libro primero de sus Viajes, se expresa de este modo:

 

«Fue mandada edificar (la catedral) , la primera vez con decoro y magnificencia por el rey Flavio Recaredo ,»

 

añadiendo más adelante lo siguiente:

 

«Este grande y piadoso rey quiso que se construyese suntuosamente en el primer año de su reinado , que fue la era de 625 , y corresponde al año de 587.»

 

Opinión es esta que seguida por Myñano en su Diccionario geográfico ha sido adoptada sin examen alguno por casi todos los que han hablado después de Toledo; pero que deja sin embargo grandes dudas, y que puede ser combatida victoriosamente. Tanto el autor de los Viajes, como los que le han seguido, se han fundado en un dato incompleto, y que fácilmente puede convertirse contra ellos:

Deducen de una inscripción, hallada en las excavaciones que en 1581 .se hacían para abrir los cimientos de san Juan de la Penitencia, que consagrada la iglesia en el primer año del reinado de Recaredo, debió indudablemente construirse de nuevo en el propio año.

 

Contra esta deducción aventurada y algún tanto gratuita hay dos importantes observaciones:

 

Primera: que era imposible de todo punto el que en solos cuatro meses se edificase un templo suntuosamente - dado que hubiera principiado á reinar el hijo de Leovigildo el último día del año de 586.

 

Segunda: que aun suponiendo que la iglesia estuviese ya principiada en tiempo de Leovigildo, no consta por documento de ninguna especie que este monarca se consagrase á levantar templos católicos.

 

Lo que nosotros creemos , ateniéndonos á la citada inscripción, que en su lugar trasladaremos, es que habiendo estado el templo dedicado al culto de la secta arriana hasta la muerte del padre de Flavio Recaredo, y convertido este al catolicismo al empuñar las riendas del imperio visigodo , fue entonces consagrado, para limpiarlo y purificarlo de las manchas que lo afeaban.

 

Esta es, en nuestro juicio, la opinión más probable, opinión á la cual parece adherirse también el anotador de los mencionados Viajes, cuando en la edición tercera de los mismos, dice :

 

«Este letrero siendo de la consagración, da á entender que la iglesia ya estaba concluida.»

 

Continuó, pues, consagrada al culto divino basta que las jornadas de Guadalete pusieron en manos de los agarenos la desolada España, tremolando las medias-lunas desde las columnas de Hércules hasta el Pirineo.

 

Convirtiéronla los vencedores en mezquita; y cuando libres ya de las primeras revueltas civiles , que los devoraron por el espacio de cuarenta y tres años, pudieron dedicarse al cultivo de las ciencias y las artes , cuando floreciendo en la península su bellísima arquitectura , poblaron á Toledo de preciosos monumentos , no tardaron en hermosear el antiguo templo, desfigurándolo enteramente y dándole el carácter que distinguía á todos sus edificios.

 

Cerca de tres siglos permaneció la iglesia consagrada por Recaredo, sirviendo de mezquita al islamismo, con harto sentimiento de los cristianos que moraban en la ciudad y que habían heredado de sus abuelos las tradiciones que aquella encerraba en su seno. Robustecidas las armas castellanas bajo el imperio de don Fernando , el emperador , y reunidas ya las coronas de León y Castilla en las sienes de don Alonso VI , sometió este á su dominio la ciudad y reino de Toledo en 1085.

 

Estipuló el rey con los vencidos que quedaría en poder de estos la mezquita mayor, para hacer en ella sus ceremonias, bajo cuya expresa condición entregaron los moros las puertas, el Alcázar y los puentes de la ciudad, poniendo á disposición de don Alonso la Huerta del rey, heredad muy fresca asentada á la ribera del Tajo.

 

Tomó posesión el monarca castellano de Toledo, cumpliendo religiosamente la capitulación jurada, y mereciendo las mayores alabanzas de los musulmanes, por la templanza con que había usado del triunfo.

 

Pero aconteció al poco tiempo, que habiendo sido elegido por arzobispo de Toledo el abad de Sahagún, monje francés, venido á España para reformar la regla de san Benito, marchó el rey á León con el objeto de poner orden en los asuntos de aquel reino, dejando al mencionado abad don Bernardo y á la reina doña Constanza, su esposa, el gobierno de aquel pueblo, tan recientemente conquistado. Era doña Constanza mujer de bastante ánimo y de resuelto carácter compatriota del nuevo arzobispo y celosa “como él” por el acrecentamiento de la religión que profesaba, pensó por su consejo en aprovecharse de la ausencia del rey para quebrantar su juramento, arrebatando á los moros la mezquita.

 

Pero este hecho que nosotros no podríamos menos de calificar con acritud, será bien que lo oigamos de boca de nuestro severo Mariana:

 

«Lo que prudentemente quedaba dispuesto, dice hablando de las disposiciones tomadas por el rey don Alonso, la temeridad digamos del nuevo prelado ó imprudencia, ó lo uno y lo otro por lo menos, su demasiada priesa lo desconcertó y puso la ciudad en condición de perderse... Parecía mengua y afrentoso para los cristianos, y cosa fea que en una ciudad, ganada de moros, los enemigos poseyesen la mejor iglesia y de más autoridad, y los cristianos la peor. Lo que alguna buena ocasión hiciera fácil, por la priesa de don Bernardo se hubiera de desbaratar. Comunicado el negocio con la reina, determinaron con un escuadrón de soldados tomarles una noche su mezquita. Los carpinteros que iban con los soldados abatieron las puertas: después los peones limpiaron el templo y quitaron todo lo que allí había de los moros: Hicieronse altares á la manera de los cristianos, En la torre pusieron una campana. Con el son llamaron al pueblo y le convocaron para que se hallase a los oficios divinos. Alborotáronse los bárbaros con esta novedad, y por la mengua de su religión y ritos de su secta furiosos, apenas se pudieron enfrenar de no tomar las armas y con ellas vengar aquel agravio tan grande.»

 

Grande fue, en efecto, la saña de los musulmanes, y no menor el esfuerzo que tuvieron que hacer para no remitir á las armas la venganza de tamaña injuria.

 

Pero la seguridad en que estaban de que aquel atentado se había cometido sin conocimiento alguno del rey, y la confianza que tenían de que don Alonso les haría justicia, puesto que estaba tan ofendido como ellos, los aplacó algún tanto, dándole parte de cuanto había ocurrido, y doliéndose de que tan fácilmente se hubieran quebrantado las capitulaciones.

 

Alcanzó al rey la noticia en el monasterio de Sahagún , sintiendo en lo más vivo que así se hubiera faltado á la fe jurada , y resolviendo castigar severamente á la reina y al arzobispo.

 

«E tan rabiosamente vino que en tres días llegó de Sahagún á Toledo, é era su voluntad de poner fuego á la reina é al electo don Bernardo, porque quebrantaron la su fe é postura.»

 

Así se expresa la Crónica general, cuando llega á la narración de estos hechos.

 

Sabida la venida del rey por los señores y gente principal de Toledo, y noticiosos de su intento, le salieron al encuentro cubiertos de luto con ánimo de aplacar su justa saña.

 

Iba el clero delante en forma de procesión, y llegados todos á su presencia le suplicaron humildemente por el perdón de la reina y del arzobispo; pero ningún efecto produjeron en el ánimo del rey sus lágrimas. ¡Tal era la indignación que le había causado aquel desacato, y tan firme el propósito quo traía de hacer un ejemplar castigo!...

 

Quiso entre tanto la buena suerte del abad y de la reina que los ofendidos musulmanes, mitigado ya el dolor y la saña que les había producido tan inesperada injuria y bien aconsejados por un Alfaqui, que gozaba entre ellos de gran le prestigio, resolvieron salir en busca de don Alfonso, para implorarle el perdón de los culpados, consintiendo al parecieren que la mezquita quedara para siempre en poder de los cristianos.

 

Llegaron á una aldea cercana á la ciudad. llamada Magan por unos historiadores y Olías por otros , á tiempo que el rey la desalojaba ya con sus huestes, encaminándose á Toledo.

 

Creyó don Alonso que venían los moros á demandarle de nuevo justicia, y dirigióles en este sentido el siguiente razonamiento, según refiere la Crónica general, que dejamos citada :

 

«Campañas buenas ¿qué fue eso? á mi me fecieron este mal ca non á vos : que quebrantaron la mi fe é la mi verdad : e yo de aquí adelante no me podré alabar de guardar fe ni verdad : é por ende yo tomaré enmienda é daré á vos derecho del tuerto que vos ficieron , ca sabe Dios que non fué por mi voluntad : é por ende vos cuido dar tal venganza que para siempre será sonada por el mundo é que tengades que vos hago grande enmienda.»

 

Satisfechos los moros con la noble y pundonorosa conducta del rey, se afirmaron mas en el empeño que les había hecho salir de la ciudad, y arrodillados ante sus plantas, le pidieron por la reina y por don Bernardo, pronunciando el Alfaqui mencionado un sentido discurso para conseguirlo.

 

Consintió al cabo el rey en su demanda, quedando también por su parte muy pagado del proceder generoso de los sarracenos, á quienes dando las gracias, despidió afablemente, llegando á poco á la contristada ciudad, que trocó, al saber tan inesperado cambio, sus lutos y llantos en fiestas y regocijos.

 

Agradecido el cabildo en gran manera al Alfaqui, resolvió colocar su estatua en la iglesia, como veremos al tratar de su capilla mayor y de su presbiterio. Permaneció desde entonces la mezquita erigida en iglesia metropolitana, si bien conservando sus formas arábigas, hasta principios del siglo XIII,'

 

Continuara …