En la parte superior dé la bóveda que está detrás de la capilla mayor de la catedral de Toledo, se halla pintado al fresco el retrato de un guerrero á caballo con su lanza y escudo blasonado.
Esta pintura es reciente, pues es una copia de la original que estaba en la bóveda inmediata, y la cual hubo necesidad de romper el 1728 para dar luces por medio de una elegante cúpula á el famoso transparente de bronces y jaspes que mandó construir la piadosa devoción del Emmo. Cardenal El enunciado D. Pedro Gutiérrez de Toledo acompañó a D. Alonso VI en la conquista de Toledo, y le ayudó con cuanto pudieron sus servicios y facultades.
El generoso Príncipe, en premio de su fidelidad y adhesión, después de ganada la ciudad le heredó en ella, dándole casas y otras propiedades, para que sirviéndole de solar se arraigase su familia allí. A su fallecimiento dividió sus bienes, formando otros tantos mayorazgos entre cuatro hijos, de cuya descendencia proviene, ó al menos con ella está enlazada, una gran parte de nuestra principal nobleza. Entre otros muchos heredamientos tocó á Illan Pérez, uno de los hijos de D. Pedro y abuelo de D. Esteban Illan, la gran casa junto á la parroquia de San Román, solar de su descendencia y mayorazgo, que por legítimas sucesiones recayó en los Condes de Orgaz, quienes la vendieron á la Compañía de Jesús el 1748, para que sobre su ruinas se fabricase aquella el Colegio de San Ildefonso, que hoy es Parroquia de San Juan Bautista, y casa de oficinas públicas. Según tradición, en esta casa se cree que habitaron los padres de San Ildefonso, y una capilla que aún se conserva, y donde se dice nació el Santo Prelado, apoya esta piadosa creencia.
En estas principales casas habitaba por los años de 1166 el célebre D. Esteban Illan, objeto de este artículo, á la sazón que la ciudad de Toledo estaba tiranizada por D. Fernando de Castro, lugar-teniente del Rey de León, que tenía usurpados los estados de Castilla á Don Alonso, niño aun, y bajo la tutela del Conde D. Manrique de Lara, que murió poco después en la desgraciada jornada de Huete.
D. Esteban era á aquella sazón una de las más principales personas de la ciudad, y su influencia muy temible para D. Fernando de Castro y su familia; y no era el temor vano, pues resuelto el Illan y sus parciales á proclamar á D. Alonso en Toledo, tuvo el primero maña para introducir al niño Rey en la ciudad sacándole de Maqueda, y al día siguiente, que fue en el mes de Setiembre, desde lo alto de la torre de la parroquia de San Román le proclamó, diciendo:
«Toledo, Toledo, por el Rey de Castilla, Castilla por Alfonso VIII.»
Tan desprevenido cogió á D. Fernando este suceso, que reuniendo la gente que de pronto pudo acaudillar, fue á sitiar la misma torre de dónde había salido aquel clamor; pero habiendo sido rechazado, él y sus parientes abandonaron de secreto la ciudad, quedando esta, y á muy poco tiempo toda Castilla, á merced de su legítimo soberano Alfonso VIII (1).
Agradecido el Príncipe á tan señalado favor, dice un antiguo historiador:
«Que plugóle mucho lo que había hecho D. Esteban, y en galardón de ello le hizo merced de la tenencia y guarda de esta ciudad, con sus alcázares y con el cargo de la justicia; á más le dio que tuviese en cada mercado cuatro tiendas de las del Rey, y las salinas de Peralejos y de Avejares, y los castillos de Albalaejo, Zudabarras, y Castrejon y otras ct muchas cosas.»
Y ¿sería por esta notable hazaña por la que mereciese d. Esteban el singular privilegio de que su retrato quedase para perpetua memoria estampado en una de las bóvedas de la catedral?
En esto discordan los autores antiguos. Algunos quieren asegurar que esa fue la causa; pero otros, y á nuestro sentir mejor informados, dicen que pasados algunos años después de estos acontecimientos, queriendo el Rey imponer cierta clase de tributos á la ciudad, de los que estaba exenta por sus fueros y exenciones, D. Esteban , como alcaide de ella, se opuso fuertemente á esa medida, aunque confesando por otro lado que él y sus conciudadanos estaban prontos á suministrar al Monarca cuanto necesitase, por vía sí de donativo voluntario, pero sin viso alguno de exacción forzosa.
El Rey insistió en querer imponer la carga, y D. Esteban, al ver tan porfiada y tan injusta demanda, á nombre de la ciudad denegó absolutamente los subsidios, recordando á D. Alonso que:
No por lo que ello era, Sino por el modo de exigirlo, la ciudad se resistía á obedecerle; ó lo que era lo mismo:
«No por el Huevo, Sino por el Fuero»
Adagio vulgar que dicen tuvo su origen de aquellos acontecimientos.
(1) Bajo el titulo de La Plaza de la Victoria publicamos una historia en la que están narrados estos sucesos que tienen relación con D. Esteban Illan.
Fuente: Semanario pintoresco español. 5/2/1843.